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Voto de Pepe Alfaro:
5
Comedia. Romance Las alarmas de Koldo (Karra Elejalde) se encienden cuando se entera de que su hija Amaia (Clara Lago), tras romper con Rafa (Dani Rovira), se ha enamorado de un catalán (Berto Romero). Decide entonces poner rumbo a Sevilla para convencer a Rafa de que lo acompañe a Cataluña para rescatar a Amaia de los brazos del joven y de su ambiente. Secuela de "Ocho apellidos vascos". (FILMAFFINITY)

4 de octubre de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando una película supera su propia dimensión, a medio camino entre el ocio y la cultura, para convertirse en un fenómeno sociológico, la única valoración que cabe es congratularse por volver a ver las salas repletas de un público dispuesto a compartir sensaciones y risas. Es de lo que se trata, estirar personajes y situaciones para prolongar el inesperado éxito de Ocho apellidos vascos, con cerca de diez millones de espectadores y más de 56 millones de euros de recaudación, la segunda en toda la historia del cine español tras Avatar (James Cameron, 2009).
El encargo a los guionistas Borja Cobeaga y Diego San José no se hizo esperar, tras haber superado con sentido del humor las suspicacias ante los tópicos más arraigados de la idiosincrasia abertzale; el siguiente destino tenía que pasar necesariamente por Cataluña, donde la realidad cotidiana casi ha desbordado la presura de esta secuela. En Ocho apellidos catalanes volvemos a encontrar los mismos personajes con idénticos tics (y algunos repetidos gags), aunque en el trayecto han perdido algo de la frescura que irradiaban en la entrega original, con más tendencia hacia la caricatura, eso es evidente, pero el esquema sigue funcionando. Se ha reforzado el peso de Koldo, esa especie de sofista campechano del radicalismo regionalista creado por Karra Elejalde, verdadero ladrón de escenas de la primera, secundario reconvertido en cabecera de cartel que ahora acopia los mejores y más “poéticos” momentos de la historia, camino de convertirse en el nuevo icono de la comedia del cine español.
La separación de Rafa (Dani Rovira) y Amaia (Clara Lago), que ha anunciado su boda con un catalán, es la disculpa argumental para viajar hasta las raíces de una encubierta “República de Catalunya”, donde entran en escena la apóstata hispana y matrona catalanista trazada con eficacia por Rosa María Sardá (personaje en cuyo homenaje la película se podría haber titulado “Goodbye Mas”), y su nieto, un elemento de la subcultura hípster al que Berto Romero dota de una entidad gráfica y personalidad orgánica sin desperdicio; lo que pasa es que su imagen y la atención que suscita se van diluyendo con el paso de los minutos. En cualquier caso, una vez más, el mejor aval de Ocho apellidos catalanes es su capacidad para conectar con el público español, al único objeto de reírse de esa querencia, tan artificiosa como efectiva, creada por la clase política: la exacerbación de un nacionalismo de efectos desconocidos. La película demuestra que la mejor receta para combatir está fiebre es el humor.
Con una realización efectiva, Emilio Martínez-Lázaro vuelve a dar en la diana utilizando prácticamente los mismos dardos, lo que garantiza que hay “apellidos” para rato, como manda el negocio. Solo nos queda saber la Comunidad sobre la que los creadores dirigirán su mirada para la próxima entrega. Se admiten apuestas.
Pepe Alfaro
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