Basada en una historia real.

Johannes corre, escapa, siempre escapa. Su vida es una corrida. Su vida tal vez es no tener vida, sino escapar de ella. Tal vez es por esto que nunca tenemos acceso a su personalidad esquiva, fría, tensa. Tal vez es por ello que no conseguimos entrar en su mente del todo...sólo hasta donde él lo permite.

Johannes corre y deja en ello su vida o lo que le queda de ella. Acaba de salir de prisión por robar unos bancos; prisión que también fue su gimnasio. Allí cada segundo de estancia fue utilizada para prepararse para correr. Porque Johannes corre y creo que ya lo he dicho.
Y tal vez por ello es que ni bien sale de prisión lo primero que hace es ganar una maratón, una maratón que más que una meta es un medio para lograr sus sueños. O sus pesadillas.

Porque en realidad lo único que lo hace felíz (aunque nunca podamos verlo sonreír) es seguir robando bancos. Roba y corre, porque eso es lo que quiere...y tal vez por eso es que no se apega a nada ni nadie. Porque nadie puede seguirle el tranco (ni en la vida, ni en el escape).
Johannes escapa, tal vez de algún film de Haneke, oscuro, tenso, frío, lejano.
Escapa tal vez porque es lo único que sabe hacer bien.

Johannes Rettenberger fue para la sociedad alemana/austríaca un ícono suficiente como para filmar su vida. Sus "hazañas" llamaron la atención de cierta manera. Con una cámara en mano somos, durante 90 minutos, testigos y partícipes de su escape permanente.
Ni su gélida mirada, ni su hosca personalidad, ni su alma ausente, logran que no pretendamos hurgar en su tour inclaudicable.

Johannes escapa de todo, aunque su imagen quede atrapada en cada retina que aprecie el buen cine europeo.