Hace ya unos días que vi Los dos lados de la cama y ya no recuerdo mucho de ella. Recuerdo la sensualidad de Lucía Jimenez sobre el piano, el estupendo trabajo de Alberto San Juan, la gracia de Pilar Castro, y también recuerdo que en algún momento me reí, pero no sabría decir cuando. Del frívolo y superficial argumento creo que ya me he olvidado. De la cargante gracia de Ernesto Alterio y Guillermo Toledo también. Tampoco recuerdo haber visto ni una chispa de simpatía en la actriz Verónica Sánchez.
En definitiva, que una vez superado el efecto sorpresa de la primera parte aquí ya se ha perdido toda espontaneidad. Hasta el punto de forzar numerosas situaciones y diálogos para así poder incluir un número musical (decepcionante en la mayoría de los casos).