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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
7
Comedia. Drama Basada en una obra teatral del propio Stoppard. Narra la historia del príncipe Hamlet a través de dos personajes secundarios que aparecen en el drama de William Shakespeare. (FILMAFFINITY)
4 de octubre de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
317/28(18/09/20) Original tragicomedia escrita y dirigida (por única vez en cine) por el dramaturgo británico de origen checo Tomás Straussler, más conocido como Tom Stoppard (guionista de “Brazil” o “Shakespeare in love”), basándose en su propia obra homónima (representada por vez primera en 1967), que versa sobre una especie de spin off del clásico shakesperiano Hamlet (por lo que para ser compleméntame entendible y disfrutable la película es mejor haber visto alguna vez la historia), la película muestra a dos personajes secundarios de la obra, Rosencrantz y Guildenstern (de los llamados planos, sin evolución alguna dentro de la trama, incluso sus roles son intercambiables en sus caracteres simples, de hecho incluso Laurence Olivier en su versión en cine los anuló), que van de camino al castillo de Elsinore a instancias del rey de Dinamarca. Se encuentran con una troupe de teatro y descubren que son necesarios para tratar de discernir qué es lo que preocupa al príncipe Hamlet, siendo este elemento teatral un recurso cargado de ingenio donde este arte se erige en premonitor de lo que acontece en un juego de vasos comunicantes turbador. Mientras tanto, reflexionan sobre el significado de su existencia. Siendo protagonizada por unos excelentes (semidesconocidos entonces) Gary Oldman como Rosencrantz y Tim Roth como Guildenstern, o viceversa en sus caracteres (los dos confundes sus papeles durante todo el metraje en un divertido juego), teniendo mucha importancia el líder del grupo actores encarnado por un electrizante Richard Dreyfuss, en roles secundarios los normalmente cabezas de cartel en la obra del Bardo, Hamlet embestido por Iain Glen, Ian Richardson como Polonius, Joanna Miles como Gertrude y Donald Sumpter como el rey Claudius. Un sentido homenaje al teatro en un juego divertido de meta-realidad cual muñecas de matrioskas donde una obra de teatro está dentro de una obra de teatro y así sucesivamente, refrendado por su parca ambientación. Además, se aborda con mordacidad la futilidad de la vida, como a veces somos plumas mecidas por el destino, marionetas manejadas por un ente superior que nos aleja de nuestro propio albedrio, un desesperanzador análisis del (sin) sentido de la vida, ello mediante diálogos puntiagudos, retorcidos, filosóficos, pueriles, ello con un ritmo ágil, con momentos de humor ingeniosos (ese partido de tenis de palabras), tramos punzantes en el modo en que entramos en la obra Hamlet tangencialmente. Film con momentos chispeantes, refrescantes en su reflexión vitalista, donde se loa el Don del verbo y al teatro. Filmada en Trogir, Croacia, la película ganó el León de Oro en el 47º Festival Internacional de Cine de Venecia.

Rosencrantz (Gary Oldman) y Guildenstern (Tim Roth) son vistos por primera vez a través de un paisaje árido, sin saber a dónde se dirigen, excepto por la extraña sensación de que fueron enviados por un mensajero. Un grupo de jugadores itinerantes, encabezados por el Rey Actor (Richard Dreyfuss), llega ellos y se ofrece a actuar para ellos. Pero, de repente, la compañía desaparece y Rosencrantz y Guildenstern se encuentran en Elsinore. Mientras caminan y viajan por los pasillos sinuosos y turbios del palacio, reflexionando sobre su existencia, el drama familiar se desarrolla a su alrededor. En poco tiempo, ellos se encuentran in media res (el fantasma del padre de Hamlet ya ha aparecido cuando ellos llegan a la corte) participando en un plan para llevar al aparentemente loco Príncipe Hamlet (Ian Glen) a Inglaterra y sacarlo de Dinamarca, y por ende del Rey Claudio (Donald Sumpter) y la Reina Gertrude (Joanna Miles).

La pareja protagonista se nos presentan como dios plumas mecidas por un destino que ni controlan, ni comprenden. Un binomio con resonancias a Don Quixote y Sancho Panza, Rosencrantz es la razón práctica, mientras Guildenstern cree en como la suerte (buena o mala) lo mueve todo. Asisten a estas conspiraciones palaciegas cual convidados de piedra mecidos por el azar, envueltos en enredos, escondites, equívocos, donde en el colmo de lo retorcido de la meta-ficción el tándem echa en cara al autor de la obra su poco protagonismo en la trama principal de “Hamlet”. Su función se atiene a ser espías de Hamlet, y por último acompañarlo en su viaje a Inglaterra con una carta lacrada de infausto resultado para ellos. Todo con un claro sentido de humor ingenioso, con réplicas y contrarréplicas, ello en una obra que seguramente habría gustado al Bardo de Avon por su inteligencia y hondura en lo que trata.

Gary Oldman está brillante como Rosencrantz, derrocha desorientación ante lo que asiste, con una labia proverbial deconstruye el albedrio; Tim Roth está formidable como Guildenstern, teniendo una química extasiante con Oldman, creando una pareja simbiótica fenomenal; Richard Dreyfuss como el maestro de ceremonias de este teatro dentro del teatro dentro... (un juego de espejos cuasi-infinito), está fascinante, con un carisma y arrojo proverbial, su electricidad es contagiosa, un pícaro que parece estar por encima de lo que vemos.

Se le puede achacar su parquedad estética, todo muy estático, resulta rutinario, cuasi teatral, quedándose a medio camino de nada en su propuesta escénica.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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