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Voto de TOM REGAN:
5
6,6
892
Drama
El capitán Rockwell Torrey y el comandante Paul Eddington forman parte de un destacamento de la Marina americana cuya misión es responder al ataque perpetrado por los japoneses contra la base americana de Pearl Harbor. Torrey, enamorado de la enfermera Maggie Haynes, intenta mejorar la distante y tensa relación con su hijo Jeremiah, un joven oficial de la Marina. (FILMAFFINITY)
27 de abril de 2020
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
109/29(26/04/20) Decepcionante film bélico dirigido con pulso cansino por el productor y director de origen austriaco Otto Ludwig Preminger, que ha tenido muchos mejores momentos que este pesado cruce entre telenovela y artificiosa épica guerrera, que además parece hecha a contratiempo, pues parece hecha como obra para alentar al alistamiento para defender USA durante la WWII, con el problema de que esta guerra acabó dos décadas antes. Tiene una exquisita pléyade de intérpretes reconocidos como John Wayne (última película en blanco y negro del Duke), Kirk Douglas, Patricia Neal o Henry Fonda, teniendo un guión de Wendell Mayes (“Anatomía de un asesinato”), basado en la novela de 1962 “Harm's Way” de James Bassett, arrancando en la víspera del 6 de diciembre de 1941, cuando se produjo el ataque nipón a Pearl Harbor, narrando la vida de varios oficiales navales de EE. UU, sus amoríos y desamores (teniendo en este sentido muchos paralelismo con la muy mejor y anterior “De aquí a la eternidad”, de 1953; incluso con una escena tórrida sexual en una playa de Hawái), aderezado esto con luchas intestinas entre militares por diferentes modos de afrontar la Guerra. Preminger aborda aquí uno de sus mantras cinéfilos, como es una radiografía ácida de las entrañas de diferentes instituciones americanas como lo fueron las deficiencias de la justicia en “Anatomía de un asesinato”, la hipocresía de la política en “Tempestad sobre Washington” o la Iglesia Católica en “El Cardenal”, pero aquí Otto se queda en tierra de nadie, donde el bisturí de las mencionadas se queda aquí en un suave pluma.
La intensidad se torna en este film en algo plúmbeo, ejemplo es la recreación del ataque a Pearl Harbor, auténtico ejemplo de ligereza (donde nunca se respira el Infierno vivido entonces con miles de muertos y heridos, con personajes acartonados en sus clichés, con situaciones muy forzadas (como es toda la [deja vú con “Rio Grande”] relación padre-hijo entre ‘Rock’ y Jere, donde la guerra parece a ser una excusa para contar anodinas historias de amor, a destacar la que se da entre la enfermera Maggie y ‘Rock’, y es que John Wayne y su clásico rol de tipo duro no está para pelar la pava, y tiene que ser hermosa Patricia Neal (ella con 19 años menos, y lo peor es que parecen más) la que se le tire encima cual ninfómana, toda una sucesión de culebrones insípidos, que nos quieren hacer tragar a empujones, como es que tengamos que sentir empatía por ‘Rock’ en su acercamiento con su hijo, cuando el padre ha estado 18 años sin querer saber nada de él, pero como es John Wayne, le ponen al retoño a un superior cobarde y snob en contraste con la valentía y seguridad en sí mismo de su progenitor (puaj!), pero esto cambiará cuando el rol de Kirk Douglas le dé una tunda de guantazos a su mentor en presencia de Jere, se ‘reformará’ y verá por esto a su padre con otros ojos (puaj! Y mil veces puaj! Pues que tiene que ver eso con que su padre le abandonara 18 años!). Encima el pobre hijo tiene un romance con una bella y joven enfermera pero se cruzará por medio un depredador sexual (¿?). Tiene un metraje híper-excesivo donde brilla la capacidad de síntesis del guionista para lo que se cuenta, con personajes que aparecen y desaparecen de modo brusco en su intrascendencia, con sub tramas bluff, como la que se da entre Paula Prentiss y Tom Tryon en el film, metida con fórceps, añádanse esos piques rancios entre militares con ‘coraje’ y otros ‘acobardados’, y es que como no aparecen japoneses necesitan un enemigo visible y estos son los burócratas de Washington (menudo estereotipo naif). Lo del plan para controlar unas islas en al Pacífico contra los japos me resulta sin interés alguno, no hay sensación de premura o urgencia, desembocando todo en el clímax con unos efectos visuales muy envejecidos en su notorio uso de maquetas, donde las explosiones suceden de modo que apenas te enteras de nada, y donde como no has conectado con los personajes poco te emociona lo que les pase a unos y a otros.
Comienza con una fábula moral estridente, pues en medio del ataque a Pearl Harbor, lo único que destaca es como la esposa del comandante Paul Eddington (Kirk Douglas), Liz (Barbara Bouchet) se muestra como una ‘perra’ durante una fiesta nocturna, yéndose a bañar (y fornicar) a la playa con un oficial de la Fuerza Aérea, por la mañana llega el mencionado ataque y el oficial de aviación sale a toda pastilla a su base en el auto con Liz, pero tienen un accidente y mueren los dos, marcando ya el tono moralista del film.
John Wayne tenía entonces 58 años y venía aquejado por un cáncer que se le detectaría poco después de terminado el rodaje. Se ve muy desgastado, apagado, con poco de del brío que elevo a los altares del cine, luce apocado para lo que esperamos de él. Lo cual hace que su romance Patricia Neal resulte grimante, es como si la mítica actriz de “El Manantial” tuviera que hacer creíble que interactúa con un muñeco. A esto se suma un papel tremendamente superficial, donde nunca evoluciona, donde es pétreo, son los demás los que deben amoldarse a él, que nunca se equivoca, son ellas las que deben caer rendidas a sus pies por combustión espontánea (puaj!); Kirk Douglas como el comandante Paul Eddington no se sabe bien que pinta en la película con en un papel tan plano, aun así, el guión le guarda los mejores momentos, como cuando ante la actitud de Jeremy con su padre, Paul le espeta al vástago, “Me niego a aceptarte como el hijo de tu padre. Creo que alguien entró allí delante de él!”, o como le arrea en los baños una retahíla de ‘hostias’ al comandante Neal Owynn (caricaturesco Patrick O'Neal) sin que este pestañee, o en su clímax de una misión cuasi-suicida de espionaje aéreo cuando ve a numerosa flota nipona dice la mordaz frase, "Bueno, qué tenemos aquí? Parece un pequeño grupo de trabajo"… (sigo en spoiler)
La intensidad se torna en este film en algo plúmbeo, ejemplo es la recreación del ataque a Pearl Harbor, auténtico ejemplo de ligereza (donde nunca se respira el Infierno vivido entonces con miles de muertos y heridos, con personajes acartonados en sus clichés, con situaciones muy forzadas (como es toda la [deja vú con “Rio Grande”] relación padre-hijo entre ‘Rock’ y Jere, donde la guerra parece a ser una excusa para contar anodinas historias de amor, a destacar la que se da entre la enfermera Maggie y ‘Rock’, y es que John Wayne y su clásico rol de tipo duro no está para pelar la pava, y tiene que ser hermosa Patricia Neal (ella con 19 años menos, y lo peor es que parecen más) la que se le tire encima cual ninfómana, toda una sucesión de culebrones insípidos, que nos quieren hacer tragar a empujones, como es que tengamos que sentir empatía por ‘Rock’ en su acercamiento con su hijo, cuando el padre ha estado 18 años sin querer saber nada de él, pero como es John Wayne, le ponen al retoño a un superior cobarde y snob en contraste con la valentía y seguridad en sí mismo de su progenitor (puaj!), pero esto cambiará cuando el rol de Kirk Douglas le dé una tunda de guantazos a su mentor en presencia de Jere, se ‘reformará’ y verá por esto a su padre con otros ojos (puaj! Y mil veces puaj! Pues que tiene que ver eso con que su padre le abandonara 18 años!). Encima el pobre hijo tiene un romance con una bella y joven enfermera pero se cruzará por medio un depredador sexual (¿?). Tiene un metraje híper-excesivo donde brilla la capacidad de síntesis del guionista para lo que se cuenta, con personajes que aparecen y desaparecen de modo brusco en su intrascendencia, con sub tramas bluff, como la que se da entre Paula Prentiss y Tom Tryon en el film, metida con fórceps, añádanse esos piques rancios entre militares con ‘coraje’ y otros ‘acobardados’, y es que como no aparecen japoneses necesitan un enemigo visible y estos son los burócratas de Washington (menudo estereotipo naif). Lo del plan para controlar unas islas en al Pacífico contra los japos me resulta sin interés alguno, no hay sensación de premura o urgencia, desembocando todo en el clímax con unos efectos visuales muy envejecidos en su notorio uso de maquetas, donde las explosiones suceden de modo que apenas te enteras de nada, y donde como no has conectado con los personajes poco te emociona lo que les pase a unos y a otros.
Comienza con una fábula moral estridente, pues en medio del ataque a Pearl Harbor, lo único que destaca es como la esposa del comandante Paul Eddington (Kirk Douglas), Liz (Barbara Bouchet) se muestra como una ‘perra’ durante una fiesta nocturna, yéndose a bañar (y fornicar) a la playa con un oficial de la Fuerza Aérea, por la mañana llega el mencionado ataque y el oficial de aviación sale a toda pastilla a su base en el auto con Liz, pero tienen un accidente y mueren los dos, marcando ya el tono moralista del film.
John Wayne tenía entonces 58 años y venía aquejado por un cáncer que se le detectaría poco después de terminado el rodaje. Se ve muy desgastado, apagado, con poco de del brío que elevo a los altares del cine, luce apocado para lo que esperamos de él. Lo cual hace que su romance Patricia Neal resulte grimante, es como si la mítica actriz de “El Manantial” tuviera que hacer creíble que interactúa con un muñeco. A esto se suma un papel tremendamente superficial, donde nunca evoluciona, donde es pétreo, son los demás los que deben amoldarse a él, que nunca se equivoca, son ellas las que deben caer rendidas a sus pies por combustión espontánea (puaj!); Kirk Douglas como el comandante Paul Eddington no se sabe bien que pinta en la película con en un papel tan plano, aun así, el guión le guarda los mejores momentos, como cuando ante la actitud de Jeremy con su padre, Paul le espeta al vástago, “Me niego a aceptarte como el hijo de tu padre. Creo que alguien entró allí delante de él!”, o como le arrea en los baños una retahíla de ‘hostias’ al comandante Neal Owynn (caricaturesco Patrick O'Neal) sin que este pestañee, o en su clímax de una misión cuasi-suicida de espionaje aéreo cuando ve a numerosa flota nipona dice la mordaz frase, "Bueno, qué tenemos aquí? Parece un pequeño grupo de trabajo"… (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
... Pero el guión le guarda un giro a sádico violador asalta-cunas, pero que tiene un modo de redención bastante predecible, y que nos quieren colar como que es perdonable por esto, pero no cuela; Patricia Neal hace lo que puede con un papel demasiado percha de John Wayne; Hay un actor que destaca por la simpatía que desprende, me refiero el secundario de lujo Burgess Meredith (el mítico entrenador de Rocky, Mickey), como el comandante Egan Powell, proveniente del mundo de Hollywood; Henry Fonda tiene una presencia poco mayor de un cameo como el almirante Chester W. Nimitz que dirige el teatro del Pacífico, seguramente para rellenar cartel.
Tenemos la contradictoria relación de ‘Rock’ con su esposa, pues nos dice el oficial que ella se tomó fatal que fuera un ferviente militar y no se metiera en el negocio familiar del mercado de valores. Entonces me pregunto que atrajo a ella de él, cuando se dio cuenta de que era un acérrimo castrense; Nos enteramos que ‘Rock’ ha dejado de ver a su hijo Jere (plano Brandon de Wilde), durante nada menos que 18 años, con lo que la educación fue de su madre, con su padre no tuvo contacto, entonces como el hijo se metió en el ejército? No sería porque le tenía simpatía a su invisible padre, pues lo odiaba; Un sinsentido, tanto como previsible lo que pasará; Siendo bastante guiñolesco el modo burdo en que nos presentan a Jere hablando de modo despectivo de que esta es la Guerra de Roosevelt, frente al patrioterismo de ‘Rock’; pero en un giro abrupto cambia.
Está el triángulo Jeremy-Anna Lee (Jill Haworth, protegida de Preminger, que nos regala una ardiente visión de ella en braguitas y sujetador, con trágicas consecuencias para ella. Preminger fue un rompe-muros sexuales, ya que fue el primero también decir en una película de un gran estudio americano la palabra taboo hasta entonces, ‘bragas’, fue en “Anatomía de un asesinato” de 1959)- Paul Eddington, donde la pobre de en medio sufre todo tipo de tropelías, no sin ella poner de su parte tentando a la suerte. Todo tan esquemático en estas relaciones que llega a resultar grotesco el modo de comportarse de unos y otros.
Es una lástima que habiendo tantos buenos profesionales en el proyecto (ejemplo claro son en la galería de estrellas en el reparto) este quede tan naif y hueco. Están tras las cámaras gente como el oscarizado (por “Shane”) Loyal Griggs con una notable cinematografía en b/n en Panavisión (nominado al Osca por esta labor), está el 18 veces nominado al Oscar (solo lo ganó por la partitura de “La profecía”) del compositor musical Jerry Goldsmith, como también está el trabajo de un habitual de Preminger, como es el diseñador gráfico Saul Bass, componiendo unos singulares y explosivos créditos finales.
Se ha especulado el desempeño discreto de Wayne se debió al hecho de que estaba gravemente enfermo de cáncer de pulmón cuando se realizó la película. Poco después de finalizar la filmación en septiembre de 1964, le diagnosticaron la enfermedad y un mes después se sometió a una cirugía para extirparle todo el pulmón izquierdo y dos costillas. El coprotagonista Franchot Tone pronto desarrollaría también cáncer de pulmón y murió de la enfermedad en septiembre de 1968.
La película recibió una amplia cooperación por parte del Departamento de Defensa de EE.UU., especialmente la Marina de los EE.UU. y el Cuerpo de Marines de los Estados Unidos, con la filmación sustancial que ocurre tanto a bordo de los buques de guerra en el mar y en tierra en la Estación Naval de Pearl Harbor (para incluir la isla de Ford) y Marine Corps Air Station Kaneohe Bay. El título original de la película proviene de una cita de un héroe naval revolucionario estadounidense: “Deseo no tener ninguna conexión con ningún barco que no navegue rápido, porque tengo la intención de ir en peligro” (John Paul Jones).
Me queda un film errado y caótico en su ritmo y tono. Tan olvidable que mi cerebro ya lo ha reseteado. Fuerza y honor!!!
Tenemos la contradictoria relación de ‘Rock’ con su esposa, pues nos dice el oficial que ella se tomó fatal que fuera un ferviente militar y no se metiera en el negocio familiar del mercado de valores. Entonces me pregunto que atrajo a ella de él, cuando se dio cuenta de que era un acérrimo castrense; Nos enteramos que ‘Rock’ ha dejado de ver a su hijo Jere (plano Brandon de Wilde), durante nada menos que 18 años, con lo que la educación fue de su madre, con su padre no tuvo contacto, entonces como el hijo se metió en el ejército? No sería porque le tenía simpatía a su invisible padre, pues lo odiaba; Un sinsentido, tanto como previsible lo que pasará; Siendo bastante guiñolesco el modo burdo en que nos presentan a Jere hablando de modo despectivo de que esta es la Guerra de Roosevelt, frente al patrioterismo de ‘Rock’; pero en un giro abrupto cambia.
Está el triángulo Jeremy-Anna Lee (Jill Haworth, protegida de Preminger, que nos regala una ardiente visión de ella en braguitas y sujetador, con trágicas consecuencias para ella. Preminger fue un rompe-muros sexuales, ya que fue el primero también decir en una película de un gran estudio americano la palabra taboo hasta entonces, ‘bragas’, fue en “Anatomía de un asesinato” de 1959)- Paul Eddington, donde la pobre de en medio sufre todo tipo de tropelías, no sin ella poner de su parte tentando a la suerte. Todo tan esquemático en estas relaciones que llega a resultar grotesco el modo de comportarse de unos y otros.
Es una lástima que habiendo tantos buenos profesionales en el proyecto (ejemplo claro son en la galería de estrellas en el reparto) este quede tan naif y hueco. Están tras las cámaras gente como el oscarizado (por “Shane”) Loyal Griggs con una notable cinematografía en b/n en Panavisión (nominado al Osca por esta labor), está el 18 veces nominado al Oscar (solo lo ganó por la partitura de “La profecía”) del compositor musical Jerry Goldsmith, como también está el trabajo de un habitual de Preminger, como es el diseñador gráfico Saul Bass, componiendo unos singulares y explosivos créditos finales.
Se ha especulado el desempeño discreto de Wayne se debió al hecho de que estaba gravemente enfermo de cáncer de pulmón cuando se realizó la película. Poco después de finalizar la filmación en septiembre de 1964, le diagnosticaron la enfermedad y un mes después se sometió a una cirugía para extirparle todo el pulmón izquierdo y dos costillas. El coprotagonista Franchot Tone pronto desarrollaría también cáncer de pulmón y murió de la enfermedad en septiembre de 1968.
La película recibió una amplia cooperación por parte del Departamento de Defensa de EE.UU., especialmente la Marina de los EE.UU. y el Cuerpo de Marines de los Estados Unidos, con la filmación sustancial que ocurre tanto a bordo de los buques de guerra en el mar y en tierra en la Estación Naval de Pearl Harbor (para incluir la isla de Ford) y Marine Corps Air Station Kaneohe Bay. El título original de la película proviene de una cita de un héroe naval revolucionario estadounidense: “Deseo no tener ninguna conexión con ningún barco que no navegue rápido, porque tengo la intención de ir en peligro” (John Paul Jones).
Me queda un film errado y caótico en su ritmo y tono. Tan olvidable que mi cerebro ya lo ha reseteado. Fuerza y honor!!!