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Voto de TOM REGAN:
9
7,3
25.806
Drama
A finales de los 70, Jack Horner, un director de cine porno que considera su trabajo una forma de arte descubre a Eddie Adams, un joven ingenuo que desea triunfar y que tiene unas características físicas muy adecuadas para ese tipo de cine. Eddie cambia su nombre por el de Dirk Diggler, se adapta inmediatamente a nuevo estilo de vida y pronto se convierte en una gran estrella del porno. (FILMAFFINITY)
5 de octubre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
228/20(27/09/17) Espléndido segundo largo de Paul Thomas Anderson, con solo 27 años crea un retrato profundo sobre los comienzos del cine porno en los 70 y 80, epicentro el Valle de San Fernando (Los Ángeles-California) asistiendo a los cambios que se produjeron en este micromundo. El realizador compone singular cuadro sobre el Sueño Americano, mostrando un tiempo en ebullición, la pujante liberación sexual, ideales hippies de amor libre, consumo de drogas, la irrupción del videocasete, expuesto con ritmo vibrante, muy ágil, basada en mucha cámara en mano e impresionantes planos-secuencia, adornado por selección musical que se amolda evocadoramente al contexto, con fases de enorme intensidad, atrapa al espectador desde el poderoso arranque. El inteligente guión de Anderson pone el foco sobre un protagonista, alter ego del real John C.Holmes (porn-star), colateralmente se acerca a varios de estas personas que se movían alrededor de la industria del porno, siendo cuasi-coral en esta cosmo-visión, edificando personas con alma, matizados, con aristas, humanos en sus imperfecciones, esto engarzado a diálogos y situaciones potentes emocionalmente, conjugando de modo genial el humor y el drama. PTA no hace juicios de valor, solo pretende ser un cronista de una era cambiante y de un subgénero cinematográfico, en el que quedan patentes la hipocresía y la doble moral estadounidense, eso sí, con cariño. Lienzo decadente, hedonista, opresivo en la estigmatización de este submundo de cine que vive en el patio trasero de las grandes Estudios de Hollywood. Anderson proyecta en su cinta notorias influencias a Martin Scorsese, Quentin Tarantino, ello en el modo de rodar, en el manejo de la música, en los diálogos entre cortantes y divertidos, y en el uso impactante de la violencia, incluso a Robert Altman por el modo de encarar lo coral. El elenco actoral hace una labor sensacional captando el aire de ingenuidad, narcisismo y decadencia del tiempo.
Mark Wahlberg encarna con incisivo candor a Eddie Adams, nombre artístico Dirk Digler, joven cándido, con pocas luces, un soñador que anhela ser alguien y para ello cuenta con un Don entre las piernas, lavaplatos al que su “singularidad” hace los demás se fijen en él, estando en el lugar indicado en el momento justo para que un avispado director de porno de salida a su Don, haciéndole triunfar de modo rápido, haciéndole caer en el hedonismo narcisista decadente, hasta desembocar en la arrogancia que lo lleva a autodestruir. El actor lo dota de ternura, empatía, jovialidad, mostrando arco de desarrollo, desplegando gran expresividad, brillante toque infantil de movimientos de karate para auto-animarse (verlo hacerlo frente a un espejo recuerda al Jake LaMotta de DeNiro), lleva el peso de la trama con soltura y mucha frescura, seguramente su mejor papel aun 20 años después, dejando la frase lapidaria "Todo el mundo está bendecido con un Don especial". Rol inspirado en la vida del actor porno John C. Holmes.
Burt Reynolds encarna con carisma impresionante al idealista director de cine porno Jack Horner, labia y Don de gentes con su evocación utópica de lo que es el porno al infantil Eddie. Figura cuasi-paternal para los que trabajan con él, guiándolos, aconsejándoles, mostrándose como el líder del clan, soñador que anhela la quimera de hacer porno con historia y sustancia (reflejado en la charla que tiene con Eddie, y en la airada discusión con un productor), pero los caminos que sigue el sub-género terminan barriendo sus sueños, reflejado esto en el paseo por una gran nave con enormes estanterías repletas de cintas de video. El actor lo impregna de carácter, sabiduría, experiencia, rectitud, dignidad, con mesura y expresando sensaciones, con gran química con Wahlberg; Julianne Moore encarna a Maggie, nombre artístico Amber Waves, gran estrella del cine porno de Jack Horner, Milf (Mother I'd Like to Fuck), actúa de madre de la troupe, con evidentes disfunciones emocionales, problemas con la custodia de su hijo, adicta a la cocaína. La actriz la dota de dulzura, de sensualidad, fragilidad, frustración, aristas, formidable. La inspiración para el rol vino de Julia St. Vincent, fue novia de John Holmes; Heather Graham encarna a Brandy, nombre artístico Rollergirl, joven bella que no se quita nunca los patines, desinhibida actriz porno recurrente en Horner, especie de hija adoptiva de Jak y Amber, sufre en su interior por sus complejos. La actriz la impregna de juventud, dinamismo, y rabia latente que explota en momento determinado; John C. Reilly encarna al veterano actor porno Reed Rothchild, fiel amigo de Dirk, protagonizan la serie “Brock Landers”, leal, divertido, con el sueño de ejercer como mago profesional. El actor le confiere fondo, humanidad, nervio, y sobre todo excelente compenetración con Wahlberg; William H. Macy encarna a Little Bill, asistente del director de Jack, tipo con una muy baja autoestima, apocado que tiene una esposa estrella del porno (encarnada por Nina Hartley) que se tira todo lo que se mueve, este o no delante de las cámaras, sin importarle le vea su marido, tipo que tras aguantar mucho termina explotando. El actor lo baña de humanidad y hondura efervescente, borda al ser patético pusilánime, brillante; Philip Seymour Hoffman encarna a Scotty J., asistente de sonido de Jack, tímido gay obsesionado con Dirk. El actor le dota de gran sentimiento, lenguaje gestual sutil, notable; Alfred Molina encarna al extrovertido Rahad Jackson, pasado de vueltas traficante de droga, que en una sola escena, el actor encandila con su vigor, electricidad salvaje bizarra, ataviado con un batín y gayumbos al aire, un volcán en erupción.
Quizás haya quien se acerque pensando en porno soft, y se llevaran un gran zasca, aborda el cine porno dentro del cine con estilo, elegancia, sin vulgaridades de desnudos gratuitos, potencia insinuaciones, miradas, fuera de campo, esto se rompe en el impactante último plano del Don de Dirk.
Mark Wahlberg encarna con incisivo candor a Eddie Adams, nombre artístico Dirk Digler, joven cándido, con pocas luces, un soñador que anhela ser alguien y para ello cuenta con un Don entre las piernas, lavaplatos al que su “singularidad” hace los demás se fijen en él, estando en el lugar indicado en el momento justo para que un avispado director de porno de salida a su Don, haciéndole triunfar de modo rápido, haciéndole caer en el hedonismo narcisista decadente, hasta desembocar en la arrogancia que lo lleva a autodestruir. El actor lo dota de ternura, empatía, jovialidad, mostrando arco de desarrollo, desplegando gran expresividad, brillante toque infantil de movimientos de karate para auto-animarse (verlo hacerlo frente a un espejo recuerda al Jake LaMotta de DeNiro), lleva el peso de la trama con soltura y mucha frescura, seguramente su mejor papel aun 20 años después, dejando la frase lapidaria "Todo el mundo está bendecido con un Don especial". Rol inspirado en la vida del actor porno John C. Holmes.
Burt Reynolds encarna con carisma impresionante al idealista director de cine porno Jack Horner, labia y Don de gentes con su evocación utópica de lo que es el porno al infantil Eddie. Figura cuasi-paternal para los que trabajan con él, guiándolos, aconsejándoles, mostrándose como el líder del clan, soñador que anhela la quimera de hacer porno con historia y sustancia (reflejado en la charla que tiene con Eddie, y en la airada discusión con un productor), pero los caminos que sigue el sub-género terminan barriendo sus sueños, reflejado esto en el paseo por una gran nave con enormes estanterías repletas de cintas de video. El actor lo impregna de carácter, sabiduría, experiencia, rectitud, dignidad, con mesura y expresando sensaciones, con gran química con Wahlberg; Julianne Moore encarna a Maggie, nombre artístico Amber Waves, gran estrella del cine porno de Jack Horner, Milf (Mother I'd Like to Fuck), actúa de madre de la troupe, con evidentes disfunciones emocionales, problemas con la custodia de su hijo, adicta a la cocaína. La actriz la dota de dulzura, de sensualidad, fragilidad, frustración, aristas, formidable. La inspiración para el rol vino de Julia St. Vincent, fue novia de John Holmes; Heather Graham encarna a Brandy, nombre artístico Rollergirl, joven bella que no se quita nunca los patines, desinhibida actriz porno recurrente en Horner, especie de hija adoptiva de Jak y Amber, sufre en su interior por sus complejos. La actriz la impregna de juventud, dinamismo, y rabia latente que explota en momento determinado; John C. Reilly encarna al veterano actor porno Reed Rothchild, fiel amigo de Dirk, protagonizan la serie “Brock Landers”, leal, divertido, con el sueño de ejercer como mago profesional. El actor le confiere fondo, humanidad, nervio, y sobre todo excelente compenetración con Wahlberg; William H. Macy encarna a Little Bill, asistente del director de Jack, tipo con una muy baja autoestima, apocado que tiene una esposa estrella del porno (encarnada por Nina Hartley) que se tira todo lo que se mueve, este o no delante de las cámaras, sin importarle le vea su marido, tipo que tras aguantar mucho termina explotando. El actor lo baña de humanidad y hondura efervescente, borda al ser patético pusilánime, brillante; Philip Seymour Hoffman encarna a Scotty J., asistente de sonido de Jack, tímido gay obsesionado con Dirk. El actor le dota de gran sentimiento, lenguaje gestual sutil, notable; Alfred Molina encarna al extrovertido Rahad Jackson, pasado de vueltas traficante de droga, que en una sola escena, el actor encandila con su vigor, electricidad salvaje bizarra, ataviado con un batín y gayumbos al aire, un volcán en erupción.
Quizás haya quien se acerque pensando en porno soft, y se llevaran un gran zasca, aborda el cine porno dentro del cine con estilo, elegancia, sin vulgaridades de desnudos gratuitos, potencia insinuaciones, miradas, fuera de campo, esto se rompe en el impactante último plano del Don de Dirk.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
PTA exhibe maestría para la dirección impropia para su edad, desde el inicio con Magno plano-secuencia, entramos con Jak Horner en un club (homenaje a “Goodfellas”), moviéndose el objetivo de modo fascinante alrededor de los personajes, en danza presenta con esmero a los protagonistas. Desarrollo orgánicamente conseguido, haciendo las diferentes subtramas paralelas (excepto la de Buck Swopey Maurice) tengan homogeneas, sabiendo modular los diferentes tonos, drama, comedia, sexo, acción, ello subiendo y bajando la cadencia con solidez.
PTA edifica su film mediante creación de un núcleo que es una familia disfuncional, cómo se forma a través de gente llega ahí por diferentes motivos, lugar de mala reputación, que por la marginación social se sienten más unidos. Anderson marca la evolución desde su peculiar formación, con sus padres (Jack y Amber), hijos (actores y actrices), tíos (los asistentes), con su amoralidad sexual, roces, rebeldía, crisis, dudas, hedonismo, familia que busca su lugar en el mundo.
Dividida en dos, parteaguas el trágico acontecimiento de la Nochevieja de 1979, especie del despertar de la inocencia, como si la alegría y jolgorio se tornara en oscuridad. Primera parte: el cine porno visto como algo vitalista, modo de alcanzar el sueño americano, la idealización de este microuniverso, todo era hacer dinero fácil, fornicar, comprarse buenos coches, fornicar, comprarse una buena casa, fornicar, donde los creadores tras las cámaras soñaban con trascender más allá del rato onanista; Y con un hecho trágico llegamos a los 80, el modo de hacer cine porno se caseriza, el video acaba con las salas de proyección X, abarata costes, haciendo de la industria algo exprés, películas rodadas en horas para dar salida a productos de usar y tirar, la industria del porno se convierte en una churrería de consumo flash, expresado por Anderson en la decadencia de los personaje, a Dirk le cuesta trabajo se le levante (por sus adicciones), su ego lo destruye, cae en el abismo, intenta nuevas actividades, pero al final vuelve purgado a su “familia”, pero esta ha cambiado, el idealismo ha dado paso a ser un comercio donde prima la cantidad y castiga la calidad.
Además de las taras de los personajes de Buck Swope y Maurice (desdibujados y confusos), falta se hable de una de las catarsis de los 80, no solo fue el video el que cambio los hábitos de esta industria, hubo (y hay) una enfermedad que entró como un tsunami en la sociedad mundial y con más virulencia en el porno, por supuesto me refiero al SIDA, el obviar esto no lo entiendo, un lunar.
Puesta en escena memorable, apoteósica labor de emitir una época y estado de ánimo, sensacional diseño de producción de Bob Ziembicki (“Dead Man”), recrea espléndidamente el tiempo y ambiente, filmando en California (Los Ángeles y alrededores), ayuda a la inmersión el vestuario creado por Mark Bridges (“There will be blood”). Todo esto atomizado por la fascinante fotografía de Robert Elswit (“Magnolia”) en color (de luxe), con planos secuencia prolongados, imperiales travellings, jugando con radiante expresividad con contrastados cromatismos, evocando el dramatismo inherente a cada segmento, más luminoso en primera parte, y más tenue y apagados en la segunda, con cámara vigorosa en mano, zoom estilizados, fueras de campo buenísimos, elipsis fluidas, primeros planos que sacan lo mejor de las explosivas interpretaciones. Básica para crear la atmósfera es la galería de temas inundan con nervio el metraje, temas de los 60, 70, 80 y 90, con cortes de los Beach Boys, Marvin Gaye, The Commodores, la E.L.O. y más. Crea entre todos un estado permanente de vivir durante dos horas y media en el lugar y el momento.
Clásico de culto instantáneo, recomendable a todos los que gusten de cine original, fresco y trepidante, sus 150 minutos se pasan en un suspiro. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2017/10/boogie-nights-esplendido.html
PTA edifica su film mediante creación de un núcleo que es una familia disfuncional, cómo se forma a través de gente llega ahí por diferentes motivos, lugar de mala reputación, que por la marginación social se sienten más unidos. Anderson marca la evolución desde su peculiar formación, con sus padres (Jack y Amber), hijos (actores y actrices), tíos (los asistentes), con su amoralidad sexual, roces, rebeldía, crisis, dudas, hedonismo, familia que busca su lugar en el mundo.
Dividida en dos, parteaguas el trágico acontecimiento de la Nochevieja de 1979, especie del despertar de la inocencia, como si la alegría y jolgorio se tornara en oscuridad. Primera parte: el cine porno visto como algo vitalista, modo de alcanzar el sueño americano, la idealización de este microuniverso, todo era hacer dinero fácil, fornicar, comprarse buenos coches, fornicar, comprarse una buena casa, fornicar, donde los creadores tras las cámaras soñaban con trascender más allá del rato onanista; Y con un hecho trágico llegamos a los 80, el modo de hacer cine porno se caseriza, el video acaba con las salas de proyección X, abarata costes, haciendo de la industria algo exprés, películas rodadas en horas para dar salida a productos de usar y tirar, la industria del porno se convierte en una churrería de consumo flash, expresado por Anderson en la decadencia de los personaje, a Dirk le cuesta trabajo se le levante (por sus adicciones), su ego lo destruye, cae en el abismo, intenta nuevas actividades, pero al final vuelve purgado a su “familia”, pero esta ha cambiado, el idealismo ha dado paso a ser un comercio donde prima la cantidad y castiga la calidad.
Además de las taras de los personajes de Buck Swope y Maurice (desdibujados y confusos), falta se hable de una de las catarsis de los 80, no solo fue el video el que cambio los hábitos de esta industria, hubo (y hay) una enfermedad que entró como un tsunami en la sociedad mundial y con más virulencia en el porno, por supuesto me refiero al SIDA, el obviar esto no lo entiendo, un lunar.
Puesta en escena memorable, apoteósica labor de emitir una época y estado de ánimo, sensacional diseño de producción de Bob Ziembicki (“Dead Man”), recrea espléndidamente el tiempo y ambiente, filmando en California (Los Ángeles y alrededores), ayuda a la inmersión el vestuario creado por Mark Bridges (“There will be blood”). Todo esto atomizado por la fascinante fotografía de Robert Elswit (“Magnolia”) en color (de luxe), con planos secuencia prolongados, imperiales travellings, jugando con radiante expresividad con contrastados cromatismos, evocando el dramatismo inherente a cada segmento, más luminoso en primera parte, y más tenue y apagados en la segunda, con cámara vigorosa en mano, zoom estilizados, fueras de campo buenísimos, elipsis fluidas, primeros planos que sacan lo mejor de las explosivas interpretaciones. Básica para crear la atmósfera es la galería de temas inundan con nervio el metraje, temas de los 60, 70, 80 y 90, con cortes de los Beach Boys, Marvin Gaye, The Commodores, la E.L.O. y más. Crea entre todos un estado permanente de vivir durante dos horas y media en el lugar y el momento.
Clásico de culto instantáneo, recomendable a todos los que gusten de cine original, fresco y trepidante, sus 150 minutos se pasan en un suspiro. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2017/10/boogie-nights-esplendido.html