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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
5
Drama Año 1864. Durante la guerra civil norteamericana, la tranquilidad de una escuela femenina de Virginia donde sólo viven mujeres se ve alterada con la llegada de un apuesto soldado yanqui herido... Remake de "El seductor", dirigida por Don Siegel y protagonizada por Clint Eastwood. (FILMAFFINITY)
27 de noviembre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
386/27(26/11/20) Blandengue segunda adaptación de la novela gótica de la homónima novela “A Painted Devil” (1966) de Thomas P. Cullinan, después de la espléndida de película de Don Siegel de 1971, con Geraldine Page y Clint Eastwood de protagonistas ante la que palidece como ratón frente a montaña. Sofia Coppola quiere dar un punto de vista más femenino y de empoderamiento al relato, anhelando emitir un halo de sororidad queda muy esponjosa en contraposición con la ‘batalla femenina’ por el trofeo del hombre de la cinta pretérita. Todo queda muy plano y sin valentía (pero sí parece más antiguo que el de hace 46, donde incluso había escenas de lesbianismo y ménage à trois onírico en este sub mundo de mujeres y aquí esto se anula), resultando timorato y modosito, pero si en el colmo de la cobardía dejan fuera del guión el personaje de la criada negra, que impregnaba de complejidad su carácter de mujer y esclava. No ofrece una visión rompedora, quedando en algo desprovisto del nervio y energía malsana de la versión setentera, donde todo parecen apuntes de pie de página de lo que podría haber dado.

La cinta de este SXXI no se puede quitar de encima la loca de la comparación, y uno (ósea yo) se pregunta que aporta esta versión a la de Siegel, que suma, y al respuesta es entre poco (siendo benévolo) y nada, con una realizadora más preocupada del contiene te que del contenido, dejando gran parte del protagonismo a la cinematografía de Philippe LeSourde (“7 almas”), con bonitos bosques de enormes sauces llorones, con preciosas postales de amaneceres y atardeceres, las brumas cubriendo de modo fantasmagórico los escenarios, con esa majestuosa hacienda colonial (Madewood Plantation House, cerca de Napoleonville-Louisiana), con interiores iluminados con la luz natural de velas (inspirándose claramente en la kubrickiana “Barry Lyndon”), interiores filmados en la casa de la actriz Jennifer Coolidge en Nueva Orleans.; Con preciosista vestuario creado por Stacey Battat (“Somewhere”), utilizó los archivos de vestuario y telas del Museo Metropolitano de Arte para inspirarse en la moda contemporánea, con corsés hechos para cada actriz, mientras que para la precisión histórica sólo se utilizó tejido de algodón, que era a su vez ya sea lavada piedra o enzima lava para resistir los tejidos y que se vean usados; está el exquisito diseño de producción de Anne Ross (“Lost in traslation”), que recrean con mimo este tiempo y lugar. Lástima que estén al servicio de este mimosín edulcorado.

Partimos de un cautivador cuento de terror donde unas remedo de enanitas con forma de bellas núbiles acogen en su residencia a un Blancanieves con forma de guapo soldado yanqui que huye de su particular bruja malvada transformada aquí en el ejército confederado, incluso hay una particular manzana en modo setas. Aquí fluyen deseos carnales soterrados, enfrentados a los buenos modales que se inculcan en esta casa, donde la tensión emocional es siempre candente, donde el soldado debe saber moverse provocando a las ‘señoritas’ en su favor de los instintos básicos, siendo el hombre en este harem-colmena de abejas, un abejorro-mancebo que revuelve este microuniverso derivando en celos, rivalidades, lujuria y venganza castradora. Pero esta historia en manos de la hija del director de “El padrino” es como si le exprimiera todo el jugo y la sustancia para dejarlo en algo anoréxico de sensaciones, resulta una primera mitad lenta, y unas segunda apresurada, donde no da tiempo a desarrollar ninguna personalidad para que nos importe lo que les pase a los protagonistas, desembocando en un rush final plúmbeo con epílogo diferente al de 1971, pegándose un tiro queriendo innovar.

Se queda en algo frío donde la ‘milf’ del rol encarnado por Geraldine Page en la primigenia pasa aquí a estar encarnado por una especie de Lilian Gish salida de “La noche del cazador”, donde el retorcido Clint Eastwood torna aquí en un pasteloso Colin Farrell; donde había un juego de galanterías sibilinas de Easttwood, aquí hay un ser melifluo almibarado, donde había un ambiente enrarecido de rivalidades cainitas entre las jóvenes aquí deriva en algo esquemático y lineal sin la complejidad de la original; donde la catarsis de una cuasi-castración era algo doliente desgarrador aquí ese clímax pasa a ser algo quirúrgico desprovisto de fuerza desgarradora; donde había un sutil halo de pederastia oscura, aquí queda reducido a algo gélido; De las actuaciones solo destacaría a Elle Fanning bordando su pícaro papel de adolescente con fulgentes picores sexuales.

En la película se utilizaron dos baladas populares de la Guerra Civil, “Lorena” y “Aura Lea”, además de “Virginia Belle” de Stephen Foster; La música de la película fue compuesta por la banda de rock Phoenix (cuyo cantante principal, Thomas Mars, está casado con Coppola).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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