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Voto de TOM REGAN:
9
8,4
110.157
Terror. Intriga. Thriller
Marion Crane, una joven secretaria, tras cometer el robo de un dinero en su empresa, huye de la ciudad y, después de conducir durante horas, decide descansar en un pequeño y apartado motel de carretera regentado por un tímido joven, Norman Bates, que vive en la casa de al lado con su madre. (FILMAFFINITY)
20 de octubre de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
132/14(25/08/13) Alfred Hitchcock nos regala un notable film de terror que juega con el espectador zarandeándolo de un lado a otro sin saber muy bien a qué atenerse. Tras el éxito de ‘Con la muerte en los talones’ decidió cambiar de registro y sacar del serie b el género del terror, con un relato que mete en un coctel hábilmente el horror, la sexualidad, la ambición, los remordimientos, el voyeurismo, la necrofilia, el horror, la intriga, el travestismo, el misterio, para regalarnos un ejercicio de estilo del que han bebido tantos directores.
La acción arranca en Phoenix, Marion Crane (buena Janet Leigh) es una secretaria de una inmobiliaria, su jefe, Mr. Lowery (correcto Jhon Gavin), le encomienda un viernes que ingrese en un banco 40000 $ de una venta al extrovertido Cassidy (buen Frank Albertson), ella decide huir con la plata aprovechando que no la descubrirán hasta el lunes. Durante su travesía para en un motel de carretera cerca de Firvale (California), regentado por un agradable muchacho, Norman Bates (gran Anthony Perkins), este cuida de su madre incapacitada en su hogar en lo v alto de una colina, pero nada es lo que parece.
Hitchcock adapta la novela de Robert Bloch de 1959 inspirada libremente en el caso del sociópata de Wisconsin Ed Gein, sucesos acaecidos a 40 millas de donde residía Bloch. Ed y Norman se asemejan en la madre dominante y ultraprotectora y no cuento más similitudes por no spoilear. El guión de Joseph Stefano varía detalles del libro para que Hitch de su particular enfoque retorcido al relato, cambian el aspecto de Norman que en el libro era obeso, con gafas y de unos 50 años, tenía un carácter irascible que además decapitaba a sus víctimas, lo cambian por un joven muchacho de unos veintitantos años, delgado, y amable introvertido, esto el orondo realizador inglés lo hace para que el impacto sobre el espectador sea más turbador. Hitch manipula al espectador como rara vez se haya visto, arranca como un thriller sobre un robo, una femme fatale actuando por codicia, los fantasmas de la culpa la atosigan en su huida y de pronto el género a los 45 minutos se desvía hacia el terror psicológico primero y el físico después con la Mítica escena de la ducha, el espectador está desorientado, la estrella del film, Janet Leigh desaparece, algo rompedor para el momento, cambiando el protagonista. Este primer tramo en la novela solo ocupa 2 de los 17 capítulos, pero Hitch le vio potencial y lo aprovecha para casi la mitad del metraje.
El film atrapa ya desde sus cortantes e hipnóticos títulos de crédito de Saul Bass (también creador del story-board de la escena de la ducha), a continuación un estupendo travelling por el cielo de Phoenix que nos introducirá como voyeurs en un dormitorio donde dos amantes acaban de fornicar, vemos a una sensual Janet Leigh con su sexy sujetador blanco (más tarde la veremos con uno negro), para rápidamente inyectarnos el McGuffin de los 40000 $, todo ello nos incrusta en una trama trepidante que no da respiro.
Como la Paramount se negó a producir una propuesta tan arriesgada Hitchcock para ahorrar costes utilizó el equipo de su serie ‘Alfred Hitchcock presenta’, el director de fotografía, el asistente de dirección, el de vestuario y más. Esto no fue óbice para conseguir una ambientación magnífica gracias a la gran dirección de arte de Joseph Hurley (‘Viaje Alucinante Al Fondo de La Mente’) y Robert Clatworthy (‘Sed De Mal’), esta labor tiene su zenit en el diseño del motel y de la mansión, inspirada en ‘La Casa Junto Al Ferrocarril’ (1925) del pintor estadounidense Edward Hopper, esto potenciado por la excelente fotografía en glorioso b/n de John L. Russell (‘Macbeth’ de Orson Welles) que hace un trabajo de cámara soberbio con primeros planos turbadores, tomas opresivas, angustiosas, zozobrantes, tramposas, movimientos inquietantes, zooms sensacionales, arranca en una Phoenix bañada en luz y a medida que avanza la sordidez del relato la luz escasea apoderándose en gran medida los claroscuros de los fotogramas, impresionante la escena en que Marion conduce entre la insoportable lluvia, los faros de los autos son como lanzas, apenas se ve nada, y de pronto aparecen los neones del cartel del Motel Bates cual canto de sirena a Ulises, así como magistral es la escena del clímax en la bodega con la bombilla agitándose , desconcertante imbuyendo en un clima denso y malsano al espectador. A esto se suma el siniestro score de Bernard Herrmann, además del mítico momento de la ducha (spoiler) envuelve la narración en sonidos desasosegantes que tiñen de inquietud y zozobra los fotogramas.
La cinta por debajo del terror esconde un ataque a la doble moral imperante en la sociedad, para ellos nos presentan al jefe de Marion como un alcohólico que esconde whisky por la oficina, y el cliente robado es un fanfarrón que quiere comprar el cariño de su hija regalándole una casa, casa que pagará en negro para escapar de los impuestos, esto hace que Marion no sea más que una pieza más de la hipocresía reinante.
Las películas de terror hasta entonces se solían regir por villanos salidos de la fantasía, vampiros, hombres-lobo, monstruos, brujas, animales mutantes, pero Hitch en un alarde similar a Kubrick con ‘2001’ puso al género en primera fila, lo dotó de un aire de thriller psicológico. Hitch dota a sus personajes de alma, los delinea con imperfecciones, con aristas puntiagudas, los humaniza, haciéndonoslos cercanos para cuando menos lo esperamos sacudirnos violentamente.
La acción arranca en Phoenix, Marion Crane (buena Janet Leigh) es una secretaria de una inmobiliaria, su jefe, Mr. Lowery (correcto Jhon Gavin), le encomienda un viernes que ingrese en un banco 40000 $ de una venta al extrovertido Cassidy (buen Frank Albertson), ella decide huir con la plata aprovechando que no la descubrirán hasta el lunes. Durante su travesía para en un motel de carretera cerca de Firvale (California), regentado por un agradable muchacho, Norman Bates (gran Anthony Perkins), este cuida de su madre incapacitada en su hogar en lo v alto de una colina, pero nada es lo que parece.
Hitchcock adapta la novela de Robert Bloch de 1959 inspirada libremente en el caso del sociópata de Wisconsin Ed Gein, sucesos acaecidos a 40 millas de donde residía Bloch. Ed y Norman se asemejan en la madre dominante y ultraprotectora y no cuento más similitudes por no spoilear. El guión de Joseph Stefano varía detalles del libro para que Hitch de su particular enfoque retorcido al relato, cambian el aspecto de Norman que en el libro era obeso, con gafas y de unos 50 años, tenía un carácter irascible que además decapitaba a sus víctimas, lo cambian por un joven muchacho de unos veintitantos años, delgado, y amable introvertido, esto el orondo realizador inglés lo hace para que el impacto sobre el espectador sea más turbador. Hitch manipula al espectador como rara vez se haya visto, arranca como un thriller sobre un robo, una femme fatale actuando por codicia, los fantasmas de la culpa la atosigan en su huida y de pronto el género a los 45 minutos se desvía hacia el terror psicológico primero y el físico después con la Mítica escena de la ducha, el espectador está desorientado, la estrella del film, Janet Leigh desaparece, algo rompedor para el momento, cambiando el protagonista. Este primer tramo en la novela solo ocupa 2 de los 17 capítulos, pero Hitch le vio potencial y lo aprovecha para casi la mitad del metraje.
El film atrapa ya desde sus cortantes e hipnóticos títulos de crédito de Saul Bass (también creador del story-board de la escena de la ducha), a continuación un estupendo travelling por el cielo de Phoenix que nos introducirá como voyeurs en un dormitorio donde dos amantes acaban de fornicar, vemos a una sensual Janet Leigh con su sexy sujetador blanco (más tarde la veremos con uno negro), para rápidamente inyectarnos el McGuffin de los 40000 $, todo ello nos incrusta en una trama trepidante que no da respiro.
Como la Paramount se negó a producir una propuesta tan arriesgada Hitchcock para ahorrar costes utilizó el equipo de su serie ‘Alfred Hitchcock presenta’, el director de fotografía, el asistente de dirección, el de vestuario y más. Esto no fue óbice para conseguir una ambientación magnífica gracias a la gran dirección de arte de Joseph Hurley (‘Viaje Alucinante Al Fondo de La Mente’) y Robert Clatworthy (‘Sed De Mal’), esta labor tiene su zenit en el diseño del motel y de la mansión, inspirada en ‘La Casa Junto Al Ferrocarril’ (1925) del pintor estadounidense Edward Hopper, esto potenciado por la excelente fotografía en glorioso b/n de John L. Russell (‘Macbeth’ de Orson Welles) que hace un trabajo de cámara soberbio con primeros planos turbadores, tomas opresivas, angustiosas, zozobrantes, tramposas, movimientos inquietantes, zooms sensacionales, arranca en una Phoenix bañada en luz y a medida que avanza la sordidez del relato la luz escasea apoderándose en gran medida los claroscuros de los fotogramas, impresionante la escena en que Marion conduce entre la insoportable lluvia, los faros de los autos son como lanzas, apenas se ve nada, y de pronto aparecen los neones del cartel del Motel Bates cual canto de sirena a Ulises, así como magistral es la escena del clímax en la bodega con la bombilla agitándose , desconcertante imbuyendo en un clima denso y malsano al espectador. A esto se suma el siniestro score de Bernard Herrmann, además del mítico momento de la ducha (spoiler) envuelve la narración en sonidos desasosegantes que tiñen de inquietud y zozobra los fotogramas.
La cinta por debajo del terror esconde un ataque a la doble moral imperante en la sociedad, para ellos nos presentan al jefe de Marion como un alcohólico que esconde whisky por la oficina, y el cliente robado es un fanfarrón que quiere comprar el cariño de su hija regalándole una casa, casa que pagará en negro para escapar de los impuestos, esto hace que Marion no sea más que una pieza más de la hipocresía reinante.
Las películas de terror hasta entonces se solían regir por villanos salidos de la fantasía, vampiros, hombres-lobo, monstruos, brujas, animales mutantes, pero Hitch en un alarde similar a Kubrick con ‘2001’ puso al género en primera fila, lo dotó de un aire de thriller psicológico. Hitch dota a sus personajes de alma, los delinea con imperfecciones, con aristas puntiagudas, los humaniza, haciéndonoslos cercanos para cuando menos lo esperamos sacudirnos violentamente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Los actores realizan un gran trabajo destacando por encima de todos un desconocido hasta entonces Anthony Perkins, brillante transmitiendo sentimientos complejos, es la ambigüedad en persona, una inquietante actuación que le ha marcado de por vida. Janet Leigh cumple con su rol de chica mala e inteligente emitiendo una evolución muy creíble. A los dos Hitch les dio libertad para su improvisar, de esto nace la costumbre Norman de comer frutos secos, que le da un toque muy natural. Vera Miles como la hermana de Marion cumple con corrección. Martin Balsam como el detective da vida a un carismático investigador.
La tara que le pongo es su ultramascado epílogo (spoiler), es tomar al espectador como poco inteligente, es verlo como inmaduro para entender lo visto, no es propio de un genio como Hitchcock. Pero en conjunto me da un Clásico imperecedero del Séptimo Arte. Fuerza y honor!!!
Spoiler:
El innecesario epílogo a que me refiero es a la explicación que hace de lo que le está pasando a Norman, el soliloquio que se pega el doctor (Simon Oukland) resulta redundante, un pegote que tacha al espectador de bisoño, de no pensar por su cuenta. Hubiera estado infinitamente mejor ver solo el momento en que Norman está en la celda con la camisa de fuerza y habla con el subconsciente con su Madre y al final se le ve sobreimpresionada una calavera en su rostro, aterrador.
Hitch plaga su Obra de tramos y momentos que recordaras, algunos ya comentados, otros: La huída de Marion de Phoenix con el encuentro entre ella conduciendo y su jefe cruzando el paso peatones, el encuentro de Marion con el policía de carretera (buen Mort Mills), colosal manejo de la intensidad, el modo paranoico en que Marion se imagina lo que sucederá cuando descubran su delito, la primera visión del luminoso del Motel bates, la primera visión de la mansión con ´La Madre´ de Norman pasando por una ventana, las aterradoras charlas fuera de campo de Norman con su madre, el alegórico encadenado del ojo de Marion sobre el agua que desciende por el retrete, la Icónica de la ducha, la tétrica laguna en que Norman arroja a sus víctimas, la singular forma de rodar el asesinato del detective Arbogast (Martin Balsam), y por supuesto el clímax final en el sótano, con el esqueleto de la madre, la bombilla bamboleándose, el grito desgarrador de Lila (Vera Miles) y por atrás apareciendo Norman travestido de su madre cuchillo en mano, brutal.
Hitchcock dijo que pretendía con la escena hacer una alegoría bíblica, pues Marion decide volver a Phoenix, desiste de su huida, volverá y confesará. El baño representa la metáfora del lavado de sus pecados, a modo de aguas bautismales, el agua purificasus pecados, pero le será imposible escapar de sus faltas, el demonio vendrá a llevársela. La escena del acuchillamiento de Marion/Janet Leigh en la ducha es uno de los momentos más famosos en la Historia del Cine. Se rodó en 7 días (del 17 al 23 de diciembre de 1959) para 3 minutos de secuencia, hay 77 ángulos distintos de cámara, mezclados con vigor inusitado por el montador George Tomasini (‘La ventana Indiscreta’ o ‘Con La Muerte En …’) son primeros planos desgarradores que nos hacen sentir en primera persona. La sangre fue jarabe de chocolate para que resaltara en blanco y negro. El sonido del cuchillo hundiéndose en la carne se consiguió clavando uno en un melón. Hitch no quería música en la escena, pero Hermann le convenció, usó vibrantes y nerviosos violines chirriando para emitir la estremecedora sensación de asfixia, resultando ser la más popular música de Terror. Como curiosidad queda que uno de los escándalos del film en USA fue la nunca vista hasta entonces en pantalla imagen de un retrete, cuando Marion tira unos trocitos de papel.
La tara que le pongo es su ultramascado epílogo (spoiler), es tomar al espectador como poco inteligente, es verlo como inmaduro para entender lo visto, no es propio de un genio como Hitchcock. Pero en conjunto me da un Clásico imperecedero del Séptimo Arte. Fuerza y honor!!!
Spoiler:
El innecesario epílogo a que me refiero es a la explicación que hace de lo que le está pasando a Norman, el soliloquio que se pega el doctor (Simon Oukland) resulta redundante, un pegote que tacha al espectador de bisoño, de no pensar por su cuenta. Hubiera estado infinitamente mejor ver solo el momento en que Norman está en la celda con la camisa de fuerza y habla con el subconsciente con su Madre y al final se le ve sobreimpresionada una calavera en su rostro, aterrador.
Hitch plaga su Obra de tramos y momentos que recordaras, algunos ya comentados, otros: La huída de Marion de Phoenix con el encuentro entre ella conduciendo y su jefe cruzando el paso peatones, el encuentro de Marion con el policía de carretera (buen Mort Mills), colosal manejo de la intensidad, el modo paranoico en que Marion se imagina lo que sucederá cuando descubran su delito, la primera visión del luminoso del Motel bates, la primera visión de la mansión con ´La Madre´ de Norman pasando por una ventana, las aterradoras charlas fuera de campo de Norman con su madre, el alegórico encadenado del ojo de Marion sobre el agua que desciende por el retrete, la Icónica de la ducha, la tétrica laguna en que Norman arroja a sus víctimas, la singular forma de rodar el asesinato del detective Arbogast (Martin Balsam), y por supuesto el clímax final en el sótano, con el esqueleto de la madre, la bombilla bamboleándose, el grito desgarrador de Lila (Vera Miles) y por atrás apareciendo Norman travestido de su madre cuchillo en mano, brutal.
Hitchcock dijo que pretendía con la escena hacer una alegoría bíblica, pues Marion decide volver a Phoenix, desiste de su huida, volverá y confesará. El baño representa la metáfora del lavado de sus pecados, a modo de aguas bautismales, el agua purificasus pecados, pero le será imposible escapar de sus faltas, el demonio vendrá a llevársela. La escena del acuchillamiento de Marion/Janet Leigh en la ducha es uno de los momentos más famosos en la Historia del Cine. Se rodó en 7 días (del 17 al 23 de diciembre de 1959) para 3 minutos de secuencia, hay 77 ángulos distintos de cámara, mezclados con vigor inusitado por el montador George Tomasini (‘La ventana Indiscreta’ o ‘Con La Muerte En …’) son primeros planos desgarradores que nos hacen sentir en primera persona. La sangre fue jarabe de chocolate para que resaltara en blanco y negro. El sonido del cuchillo hundiéndose en la carne se consiguió clavando uno en un melón. Hitch no quería música en la escena, pero Hermann le convenció, usó vibrantes y nerviosos violines chirriando para emitir la estremecedora sensación de asfixia, resultando ser la más popular música de Terror. Como curiosidad queda que uno de los escándalos del film en USA fue la nunca vista hasta entonces en pantalla imagen de un retrete, cuando Marion tira unos trocitos de papel.