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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
9
Drama. Bélico El golpe de estado del 18 Brumario de 1799, que significó el fin de la Revolución Francesa, puso el poder en manos de Bonaparte, el más prestigioso de los generales franceses, sobre todo después de sus brillantes campañas en Italia y en Egipto. Desde 1799, Napoleón no sólo fomentó la difusión de las ideas revolucionarias, sino que, además, se lanzó a la conquista de Europa. En 1804 se autoproclamó emperador de Francia con el nombre de ... [+]
13 de junio de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
97/05(10/06/15) El 7 de abril de 1927 en el Palacio Garnier se estrenó uno de los grandes films épicos del cine mudo, una muy influyente obra, el galo Abel Gance lo realiza con multitud de innovaciones, experimenta con diferentes elementos, para recrear una biografía cercana a la hagiografía, retrata a Napoleón como un Elegido, un Mesías, un Salvador, predestinado a convertirse en leyenda. Del film hay unas 19 versiones diferentes, la que comento es una restaurada por el afamado historiador de cine silente Kevin Brownlow en 1983, de 313 minutos, le llevó 20 años de trabajo. Es un proyecto inacabado de Abel Gance, la plata se le acabó y no pudo completar su visión, quedándose a medio camino, fuera quedan del relato la batalla mítica de Austerlitz (en 1960 Gance retomó la idea para un film homónimo), la retirada en Borodino, la isla de Elba, la batalla de Waterloo, o su muerte en isla de Santa Elena, su versión original duraba 9 horas y 22 minutos, Abel vendió la parte final al director rumano Lupu Pick, que la plasmó en 1929 en una cinta, “Napoleón en Santa Elena”. Gance pretendía fueran 6 films sobre Napoleón, toda su trayectoria. Esta sigue la vida del corso Napoleón Bonaparte desde su niñez (Vladimir Roudenko) con 10 años en el Brieen College (escuela militar), pasando cronológicamente por episodios cruciales en su vida ya de mayor (Albert Dieudonné), hasta su gran victoria en los lapes italianos.

Con guión del propio Abel Gance, realiza una megalomaniaca obra, estructurada en modo episódico, con continuas elipsis temporales, se narra cómo se gesta la ascética e hierática personalidad del héroe, desde su niñez, primeras audacias militares, hasta que toma relevancia, se nos muestra como un tipo con un enfoque cuasi-divino, autoconsciente de su homérico destino, salpicado por las intrigas y purgas revolucionarias, cuando obtiene sus primeras victorias comienza a tener muchos seguidores, a la vez que hay mandamases celosos de su aura de salvapatrias, aquí el enemigo son los tejemanejes en la trastienda revolucionaria, asimismo asistimos a su prácticamente único rasgo humanizable, su romance con Josephine, se denota frágil ante este amor con tintes juveniles. La figura de Napoleón se exalta hasta niveles Divinos, como si él desde niño supiera de su futuro Imperial, a esto se añade su taciturna personalidad, no tiene amigos, solo fieles, mucha gente que lo ve queda en trance ante su presencia, como si vieran su aura santa, en este sentido que nadie espere fisuras o un análisis crítico mínimo de Napoleón, es una hagiografía, con todo lo que esto conlleva, incluso vemos a gente que tiene iconografía suya en un altar al que rezan. Asimismo Gance sabe gotear su obra con desengrasantes notas de humor, ejemplo el fortachón en la Asamblea de Cordeliers que no sabe cómo poner el papel del himno para leerlo, principalmente porque es analfabeto, o el niño que sigue a la tropa francesa.

El realizador te atrapa desde su potente inicio, con la alegórica batalla de bolas de nieve, un alarde visual con bolas de nieve rebotando a cámara (precursor de las salpicaduras de sangre en la misma), en pocos minutos y con agilidad soberbia queda patente la personalidad del protagonista, frío, calculador, inteligente, valiente, teniendo que luchar en inferioridad y sobreponiéndose a las dificultades. Vemos su carácter asocial y solitario, acabando este tramo escolar con una escena magna, su reflejo en un águila, imagen de Napoleón tumbado sobre un cañón y el águila posándose junto a él. Con esto ya tiene ganado al espectador más exigente. Sigue una elipsis de 9 años, llegamos a uno de los momentos cumbres del cine mudo, 12 minutos Antológicos, el himno de “La Marsellesa” eclosiona como símbolo de la Revolución, en el abarrotado Club de los Revolucionarios de los Cordeliers (Convento Franciscano de los Corderos en París), narrado visualmente en un increscendo emocional sublime, el joven capitán del ejército galo, Claude Joseph Rouget de Lisle (Harry Krimer), es el autor, enardece a las masas con su épico tema, con el broche de la presentación del Napoleón de adulto, un tipo de espaldas con un tricornio, con el himno en sus manos, Rouget pasa a su lado, el tipo lo coge del brazo, la cámara hace un egregio primer plano del perfil, y le dice al compositor <Os lo agradezco en nombre de Francia (erigiéndose en la nación). Señor, vuestro himno salvará a muchos>, a lo que Rouget responde <Gracias lugarteniente. Dime tu nombre para que pueda recordarlo>, responde <Napoleón Bonaparte>, presentación fascinante. El historiador de cine Kevin Brownlow dijo en 1983 <Era audacia de Gance hacer de una canción el punto culminante de un cine mudo!>.

Hay tiempo para hacer un vivaz fresco de la Revolución de Francia, no de su origen, esto se obvia, sino de cómo se desarrolló, cómo se gestó “La Marsellesa” como himno nacional, de sus luchas intestinas, el Terror, con al protagonista Guillotina en la Plaza de la Concordia, las muertes arbitrarias, las paranoias, la demagogia en la Asamblea, los celos y resquemores entre los ideólogos, Robespierre, Danton o Marat y de cómo estos fueron devorados por la Bestia incontrolable que habían creado.

Film precursor y pionero en múltiples experimentos técnicos que derivan en atrapar al espectador por su potente simbolismo, juega con sobreimpresiones para simbolizar sueños o anhelos, en una escena coloca una cámara en un caballo (antecedente de la steady cam que popularizó Kubrick), el de Napoleón, para emitirnos su ímpetu y energía, hay varios fundidos para enfatizar la importancia de lo que ocurre, cortes abruptos (algo anteriormente tocado por Gance en “La rueda”), vibrantes planos subjetivos para meternos en la piel del protagonista, se introduce la cámara bajo agua, hay tomas caleidoscópicas, cuelga la cámara para que cuál péndulo oscile entre una masa de gente, incluso juega con teñir las escenas de diferente color con el fin de transmitir estados de ánimo. (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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