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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
7
Drama Durante la Segunda Guerra Mundial Lacombe, un joven campesino cuyo padre está prisionero en Alemania y cuya madre se acuesta con su jefe, intenta ingresar en la Resistencia. Rechazado por el cabecilla local, ingresa por azar en la policía alemana. Con una capacidad asombrosa para amoldarse a lo que su nuevo puesto le exige, su vida cambia cuando se enamora de France, la hija de un sastre judío. (FILMAFFINITY)
10 de mayo de 2024
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
108/03(04/05/24) Más que interesante drama enmarcado en la WWII durante la ocupación nazi de Francia, torpedo contra la edulcorada imagen de que todos los galos fueron de la Resistencia o simpatizantes de ella. Film visto por mi afición a efemérides, hace medio siglo que lo estrenaron (30/01/1974), siendo en su momento una peli muy controvertida por su tema, el director y guionista (junto al Premio Nobel de Literatura de 2014 Patrick Modiano) Louis Malle abordó el colaboracionismo de ciudadanos franceses tuvieron voluntariamente al nazismo en la época de la Resistencia. El sombrío film se basa en parte en lo que experimentó el director, por lo que cuestiona el heroísmo del compromiso con respecto a la posibilidad de las circunstancias, el lado que los franceses no quieren ver, siendo fuente de controversia que llevará al autor al exilio a USA de la Francia posterior a Charles de Gaulle. Lacombe Lucien es el ejemplo y Malle lo retrata como un joven en plena vorágine de perder la inocencia, ser impulsivo e inconsciente de su futuro próximo, sin idealismo, un superviviente que solo tiene el deseo tribal de querer sentirse parte de un grupo, teniendo la particularidad la dirección de no juzgar, simplemente exponer con sobriedad y crudeza como un joven desorientado amoral se une a los nazis al no poder unirse a la Resistencia, esto en un claro reflejo de la cacareada por la filósofa Hannah Arendt ‘La Banalidad del Mal’, como alguien puede ejercer la maldad como algo natural, como algo rutinario. Esto atomizado por la ‘pandilla’ de advenedizos agentes colaboracionistas con la Gestapo que se reúnen en la mansión, un grupo de zoquetes tarugos brutos y torturadores (‘un ex ciclista, un ex inspector, una "funcionaria" indiferente, un niño de papá, una actriz frívola estúpida, un tipo siniestro, un negro que pasaba por allí’), tan idiotas que no se dan cuenta que sus días han terminado y se creen unos reyezuelos entre el lodazal. Ello retratado con un halo de tristeza y desesperanza.

En junio de 1944, mientras los aliados luchan contra los alemanes en Normandía, Lucien Lacombe (Pierre Blaise), chico de campo de 17 años, intenta unirse a la Resistencia. El líder de la Resistencia local, el maestro de escuela del pueblo, lo rechaza por motivos de edad. Lucien regresa al pueblo donde trabaja en bicicleta y se topa con el hotel que es la sede de los Carlingue, auxiliares franceses de la Gestapo, y es detenido. Bajo los efectos del alcohol, traiciona al profesor, que es detenido y torturado. Al ver que Lucien podría ser útil, los Carlingue lo reclutan en su régimen anárquico de extorsión y terror. Disfruta de su nuevo poder y posición, pero se enamora de France Horn (Aurore Clément), hermosa niña judía nacida en Francia que vive recluida con su padre Albert (Holger Löwenadler), un sastre, y su abuela paterna Bella, quienes abandonaron París con miedo y están tratando de cruzar. la frontera hacia la seguridad de la España neutral. Su sofisticación contrasta con la naturaleza tosca y la falta de educación de Lucien. Obligándose a entablar una relación con la chica, Lucien llega a ser protector con las mismas personas a las que se dirigen sus superiores. Se le advierte que los aliados están ganando y que, como colaboracionista, lo matarán.

Tiene un inicio harto descriptivo del carácter voluble juvenil del protagonista Lucien, este trabaja en el hospital de asistente de enfermería, tras verlo ayudar a enfermos, cambia el chip. Coge un tirachinas y desde la ventana mata a un pajarito que canta en el exterior, solo por el placer de hacerlo. Tras ello continúa limpiando en el hospital como si no hubiera roto un plato. Lo vemos como chico asilado y lacónico, en secuencias mientras lleva su bici enmarcado por la hermosa campiña gala, mientras la guitarra crispada del belga (gitano sinti) Django Reinhardt (vivió en París durante la ocupación), en miscelánea de melodías de piano que toca la protagonista France, la sonata de Beethoven “Moonlight”, que el padre tilda de ‘música triste’.

Tras ello entra en una mini odisea buscando un lugar en el mundo Lacombe, primero visitando a su madre en la granja, esta vive amancebada con un amante, tras el marido hacerse marchado con los makis y haber muerto. Entonces quiere emular al padre e intenta unirse a la Resistencia, y al no aceptarle, sin ética, ni idealismo alguno traiciona a su maestro para entrar a colaborar con la Gestapo, sintiéndose entonces poderoso, alguien importante, lleva dinero, es respetado (temido), y lleva un arma (ametralladora), buena ropa hecha a medida por un sastre, no viéndose como traidor, no parece saber ni que esa palabra, no tiene dilemas morales por estar con los invasores nazis. Acomete su labor de intimidación y detenciones de modo ordinario, asiste a las torturas en la mansión sede de la Gestapo con indiferencia. Se deja llevar por la inercia, hace su trabajo sin pensar si lo que hace es bueno o malo.

El núcleo real del relato está en la relación que termina estableciéndose entre el colaboracionista y la familia judía del sastre, pues el joven Lacombe se siente atraído por la bella hija de este, France (nombre nada sutil alegóricamente). Utilizando su poder de intimidación de estar con la Gestapo y llevar siempre colgando una ametralladora para instalarse ‘porque yo lo valgo’ en esta casa, ello ante la clara oposición del sastre, que se asquea de los acercamientos del chico a su retoña. Relación entre los jóvenes turbadora, se mueve entre el deseo de él, el miedo de ella, dejándose ella pasivamente seducir por él. Una estancia en esta casa cargada de tensión cortante por los rostros agrios del padres y la abuela, donde el carácter elegante y sofisticado de los judíos chocan con la personalidad cuasi-atávica de Lucien. El padre termina viéndose humillado y vejado, ve a su hija como a una ramera (en clara metáfora de cómo era Francia entonces vista por sus gentes). Todo desemboca en un tramo final bueno, pero sin arriesgar demasiado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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