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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
6
Drama Preston Tucker está obsesionado con la idea de crear un automóvil revolucionario para su época, que sea potente, veloz, aerodinámico y que se adelante en su diseño a lo que debe ser el coche del futuro. Su afán por triunfar le lleva a pedir ayuda a su familia y a enfrentarse con los colosos de la producción en serie de Detroit. (FILMAFFINITY)
21 de abril de 2024
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
96/15(20/04/24) Buenista y demasiado plana hagiografía del emprendedor y visionario inventor (dejó para la posterioridad los cinturones de seguridad y los frenos de disco, entre otros elementos que perduran) Preston Tucker. Proyecto personal del productor y director Francis Ford Coppola, relata la historia de Tucker y su intento de producir y comercializar el Tucker 48, encontrándose con el boicot de las tres grandes de Detroit (General Motors, Ford y Chrysler), que derivó en acusaciones de fraude bursátil por parte de la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos. La cinta es un lienzo bondadoso del Sueño Americano, que termina cono la lucha del Bien vs Mal, donde Tucker es un particular David enfrentándose al Goliat del todopoderoso lobby del automóvil. Tucker como un soñador con un vitalismo a prueba de bombas, un optimista irredento, al que Coppola se paraleliza, se ve a sí mismo como una versión contemporánea de Tucker, Francis dice que ha estado fascinado por la leyenda de Tucker desde que vio por primera vez un automóvil Tucker a finales de los años 40, su padre Carmine compró acciones de la compañía Tucker, y adquirió un modelo, que el hijo director de cine conserva. Muchos detalles coinciden entre el fabricante de automóviles y el cineasta, como la esposa leal, la gran familia, el grupo muy unido de amigos que colaboran a todas horas, los proyectos grandiosos, el verdadero genio, la creación de una compañía para realizar sus sueños y que colapsó (para Coppola su compañía Zoetrope Studios).

Coppola despliega una elegancia manifiesta, un film de los 80 que brilla, en el mejor sentido, como de los 40, con un ritmo ágil y muy fluido. Con una cinematografía del maestro Vittorio Storaro (“El Conformista” o “Apocalypse Now”) lúcida que destila fulgor enérgico, jugando a engrandecer la figura de este particular Charles Foster Kane (Coppola dijo haber sido fuente de inspiración la ‘wellesiana” “Ciudadano Kane”) con contrapicados, ello adornado por una bella recreación del tiempo fruto del gran trabajo del gran diseñador de producción Dean Tavoularis (“Apocalypse Now” o “El Padrino III”), el estupendo vestuario creado por la cuatri-oscarizada Milena Canonero (“Barry Lyndon”, “Carros de fuego”, “Cotton Club”, y “El Gran Hotel Budapest”), así como neurálgica la música jazzística del inglés Joe Jackson con big band. Tenemos a un más que competente elenco de intérpretes, encabezados por un carismático Jeff Bridges, calcando de modo fenomenal a su Preston Tucker, una vivaraz Joan Allen como su esposa que siempre le apoya, un brillante Martin Landau (nominado al Oscar como Mejor Secundario, ganando por esta actuación el Globo de Oro) como el fiel consejero, un formidable Dean Stockwell , que en una sola escena desborda la pantalla con su encarnación de Howard Hughes, amén de otros con menos peso dramático como Elias Koteas, Frederic Forrest y Christian Slater.

Pero es su tono de ligereza envuelto en el estilo ultra optimista ‘capriano’ lo que hace perder lo bueno en pos de un almibarado mensaje de la batalla del individuo contra los oligopolios, todo rezuma azúcar en este relato. Su historia está demasiado romantizada, sin aristas, directa al mentón, el idealismo de Tucker arrollado por el capitalismo más salvaje, no hay sutilidad, ni complejidad, no hay profundización en Preston, en que lo motiva, no hay introspección de dónde le viene su arrojo en el mundo de crear inventos es así y punto. No tiene conflicto alguno con su familia que le sigue y alienta a ciegas. Se entra en el mundo del marketing tan importante cuando se quiere vender algo, se entra en el mundillo de la prensa tan importante como soporte de este marketing, se entra en la cloaca política tan importante para no ser saboteado, se entra en la ciénaga de los oligopolios tan importantes para no ser laminado, se colisona con el estamento judicial, tan importante como sibilino instrumento de los poderosos intereses ocultos tras la cortina. Pero a todo esto referido se le da cobertura de modo simplista, se caricaturiza en exceso todo esto como para ofrecernos una fotografía de calado de esta cosmovisión. Se cae en la complacencia, en la simpleza y con ello se queda en la superficie.

El ingeniero de Detroit Preston Tucker (Jeff Bridges) ha estado interesado en la construcción de automóviles desde la infancia. Durante la Segunda Guerra Mundial, diseñó un vehículo blindado para el ejército y ganó dinero construyendo torretas para aviones en un pequeño taller junto a su casa en Ypsilanti-Michigan. Tucker cuenta con el apoyo de su numerosa familia, en particular su esposa Vera (Joan Allen), sus hijos Preston Jr. (Christian Slater) y Noble (Corin Nemec (el eterno Parker Lewis), y su hija Marilyn Lee (Nina Siemaszko). A medida que la guerra termina, Tucker se inspira para construir el "automóvil del futuro". El "Tucker Torpedo" contará con diseños de seguridad revolucionarios, que incluyen frenos de disco, cinturones de seguridad, un parabrisas desplegable y faros que giran cuando el automóvil gira. Tucker contrata al joven diseñador Alex Tremulis (Elias Koteas) para que le ayude con el diseño y recluta al financiero neoyorquino Abe Karatz (Martin Landau) para conseguir apoyo financiero. Al recaudar el dinero mediante una emisión de acciones, Tucker y Karatz adquieren la enorme planta Dodge Chicago para comenzar a fabricar. Abe contrata a Robert Bennington (Dean Goodman) para dirigir la nueva Tucker Corporation en el día a día. Las tres grandes de Detroit (General Motors, Ford y Chrysler) le boicotearan al ver en peligro su negocio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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