240/28(29/08/23) Menudo bodrio de ciencia ficción en formato aventuras, de tan ridículo que es, con el tiempo se ha convertido de culto para el mundo freak. Tenía una laguna cinéfila al no haber visto aun esta popular película, y al sub sanarla me he cerciorado de que no me había perdido mucho, un producto hecho a mayor gloria del cuerpazo de Jane Fonda, y que su marido entonces, el director francés Roger Vadim la expusiera al mundo en todo su esplendor erótico, ello ya desde su fascinante inicio, lo mejor del film y a partir de ahí cae en picado (menciono otra escena reseñable, pero por lo grotesca quie resulta), me refiero al striptease que nos regala la actriz en supuesta atmósfera zero durante los créditos iniciales, se desviste su armadura en la nave lentamente, flotando cual ser etéreo, todo un presagio de algo atractivo, pero la promesa no se paga.

El relato se basa en la serie de cómics francesa del mismo nombre de Jean-Claude Forest creado en 1962, donde oficialmente (al parecer fueron más) hasta siete guionistas meten mano a un libreto bochornoso, y se nota por el desbarajuste que es su desarrollo, un atropello constante, en medio de situaciones estúpidas, donde solo te saca del sopor la exhibición de la sensualidad de la Fonda en modelitos que dejan poco a la imaginación, donde hasta la veremos pasar por una máquina órgano de orgasmos, aquí la sutilidad ni está, ni se le espera, incluso meten un ángel rubio al que veremos crucificado, queriendo ser polémica y solo es un pegote.

La Barbarella titular es una viajera espacial representante del gobierno de la Tierra Unida enviada a buscar al científico Duran Duran (de aquí sacó el grupo inglés su nombre, también escribirían una canción referente a la protagonista, “Electric Barbarella”), ha creado un arma que podría destruir a la humanidad. Vadim intentó contratar a varias actrices, como su ex Brigitte Bardot (en la que se basó el creador del comic para su personaje, reusó por estar demasiado cosificado sexualmente) y Sophia Loren (reusó por estar embarazada), para el papel principal antes de elegir a Fonda, su entonces esposa. En 1967, Jane Fonda estaba en la cima de su belleza, mucho antes de sus compromisos políticos de los años 70 y sus obsesiones por el ejercicio de los años 80. En Estados Unidos, no había superado el estigma de ser hija de la leyenda de la pantalla Henry y había soportado serie de papeles mixtos antes de tener un éxito y obtener una imagen sexy con jeans increíblemente ajustados como la saludable heroína forajida Cat Ballou. Con esta película de Vadim se elevó a mito erótico.

Un amigo de Vadim, Terry Southern (“Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú” o “Easy Rider”), escribió el guión inicial, que cambió considerablemente durante el rodaje y llevó a que otros siete escritores fueran acreditados en el estreno final, incluidos Vadim y Forest, este último también trabajó en el diseño de producción de la película. Para una trama esperpéntica, donde la heroína no hace más que ponerse trajes ceñidos con mucho de estilo bondage, y enfrentándose a peligros que casi siempre acaban con ella retozando orgásmicamente. Esto para un ritmo a trompicones, con un diseño de producción muy kitsch, valga de ejemplo la nave de Barbarella forrada de pelo, con estatuas y pinturas. Donde los escenarios interplanetarios resultan muy poco imaginativos, con unos efectos visuales muy pobres. Y no me vale que estamos en 1967, pues este mismo año se estrenó nada menos que la kubrickiana “2001”. Con unos diálogos petulantes que pretenden ser filosóficos y solo llegan a idiotescos. Actuaciones de actores de renombre (David Hemmings, Ugo Tognazzi y Claude Dauphin), que parecen decir que todos tenemos que pagar hipotecas.

Avanzamos por escenas donde Barbarella no hacer más que cambiar de modelito, y luego va perdiendo a girones parte de la vestimenta escasa que lleva. Ella aprende a hacer el amor al modo antiguo y no con píldoras (esto me recuerda a un gag genial de Woody Allen en “El Dormilón”, con el orgasmatrón, que el genio neoyorquino sabe exprimir muy mejor). Se enamora de un ángel que parece ciego por el modo de no mirar. Hay una batalla aérea sin atisbo de ingenio. Cuando por fin llegamos al planeta Sogo, su descripción resulta un batiburrillo de ideas metafísicas estrambóticas. Tenemos a un científico loco con motivación (¿?). Hay una reina lesbiana que se comporta de forma absurda. Y llegamos a un clímax que parece un sketch descartado por muy baja calidad de un programa de José Mota.

El mejor momento de Jane Fonda, es di vertida por lo bufa que resulta, es cuando es torturada metida en una especie de órgano que tocará el malo en frenesí para provocarle una sobredosis de orgasmos y así matarla, el resultado final es explosivo. Mientras es ‘vejada’ Jane muestra un rostro de placer apoteósico, debió ser un bombazo hace casi 60 años cuando se estrenó.

El mimo francés Marcel Marceau tuvo su primer papel hablado en la película como el profesor Ping. Comparando a Ping con su personaje escénico Bip el Payaso y Harpo Marx, dijo que no "olvidó las líneas, pero tengo problemas para organizarlas. Es una forma diferente de hacer que salga lo que hay dentro. Va desde el cerebro". a las cuerdas vocales y no directamente al cuerpo".

Todos los trajes de la película, incluido el de Fonda, fueron diseñados por el diseñador de vestuario francés Jacques Fonteray y fabricados por Sartoria Farani, y el traje de Barbarella en las escenas finales, como dicen los créditos, "inspiró en las ideas del" diseñador de moda Paco Rabanne. Los trajes de Barbarella fueron la interpretación de Fonteray de la visión de Forest, combinando la estética orientalista y medieval con armaduras samuráis. Forest también trabajó en el diseño de producción de la película y fue acreditado en la película como su "consultor artístico".