Estampa preciosista del viejo México campirano. La historia es muy sencilla y trillada hasta cierto punto, pero lo que hace de ésta una película maravillosa son: las actuaciones impecables de Roberto Cañedo y Columba Domínguez, la fotografía con contínuos destellos de maestría de Figueroa y la dirección magistral del Indio Fernández.

Por otro lado, el personaje creado por Mauricio Magdaleno e interpretado por Cañedo, es estupendo en su sencillez. Si pudiera recogerse una esencia de masculinidad, que trascendiera todos los tiempos y todos los espacios, no habría mejor definición que la que se resume en Aurelio. No por su apariencia, no por su porte, sino por la profundidad de sus convicciones, y por la coherencia y la valentía con que las defiende, a pesar de todo, a costa de todo.

Mujeres, véanla y enamórense: ¡esos sí eran hombres!... y que falta hacen hoy en día.
Hombres, véanla y aprendan.

Columba Domínguez merece, sin duda, un lugar más destacado entre las mejores actrices mexicanas de aquellos años.