Lubitsch fue un moderno para su tiempo y sus historias respiran un aire de libertad personal que siempre se agradece ante tanta moralina apolillada que a veces producen las historias de antaño. Se servía para ejercer esta libertad de un lenguaje doblemente armado, por un lado de una superficie urbanidad cortés y suavemente irónica y por otro, de una ácida capacidad de poner en entredicho muy serios asuntos aunque fuera en clave de comedia.

En "Ser o no ser", el director carga contra el régimen nazi a través de las historias de un grupo de actores que se embarcan en una misión peliaguda para evitar que se descubran a los miembros de la resistencia polaca contra el invasor alemán durante la Segunda Guerra Mundial. La historia, de índole tragicómica, combina gags algo tontorrones (la broma del campo de concentración) con verdaderas perlas verbales, pequeñas y agudas ironías, elegantísimos sarcasmos y maliciosas alegorías. Su efectividad reside sobre todo en un correctísimo trabajo de Lombard como la actriz heroica y de cascos ligeros que protagoniza la historia (y la obra de teatro) y en una dirección ágil, pero hay que reconocer que gran parte ha perdido mucha frescura y se nota que era una obra hecha por el momento y para el momento.

No deja de ser una película interesante y por momentos bastante divertida que nos retrotrae a tiempos en que escribir un buen guión era la costumbre, no la excepción.