Richard Nixon ha merecido, merece y merecerá no una sinó mil ficciones -se me antoja que cuanto más shakesperianas mejor- porque su persona, su personaje, su tiempo y su historia son retorcidos, oscuros, contradictorios, esenciales, apasionantes e imprescindibles para entender el mundo que lo precedió y el que lo siguió.

"El Desafío: Frost Contra Nixon" no se sitúa en esa liga. Ron Howard le da al tema su habitual enfoque plano, aséptico, casi ochenteramente televisivo. Siempre se acerca tangencialmente a un estilo estético y narrativo prestado al que pretende copiar o asimilar y el resultado también es siempre el mismo. Ron Howard rueda igual siempre. Todo manjar sabe igual en sus manos. En ese sentido, no esperen nada del otro mundo.

Lo que sí merece destacarse es el trabajo de Frank Langella, que compone un Nixon humano, mucho más allá de su propio cliché, y que es capaz de superar incluso la pega inevitable de tener que ser caracterizado con prótesis y peinados. Salva el marrón con aplomo, oficio y cierto brillo, la verdad.

Un film fácil de ver, fácil de entender, no muy profundo, acerca de Nixon. Algo no cuadra. Howard.