Me llenó de vida por un buen rato, y aún conservo ese sabor del que tropieza, se levanta de nuevo y camina otro trecho orgulloso de haberse erguido tras una mala racha.
En el fondo resulta algo tópica, aunque ambientar la trama alrededor de un productor musical venido a menos y una cantautora desarmada emocionalmente por el abandono de su novio, me resultó diferente. Aprendí muchas cosas del intramundo musical que desconocía y sobre cómo un productor puede ayudarte a resaltar los aspectos positivos de un tema musical o apagarlos por completo; transformar una canción en una explosión jubilosa o pintarla tan de gris que resulte plomiza. Por no contar que la imaginación humana no conoce límites a la hora de suplir los recursos caros por otros casi gratuitos e igual de resultones (necesitamos aprender mucho en este sentido en estos momentos en que es tan fácil gastar que nos anula el intelecto para apañarnos con lo que tenemos)
Quizá el punto más irreal resulta ese final de cada oveja con su pareja, retrotrayendo las relaciones a un punto anterior en el que reinaba la felicidad, cuando en ningún caso es posible volver al punto de partida en ningún aspecto de nuestra vida, pues siempre recogemos experiencias de cada paso que damos y cuando volvemos a retomar una relación es difícil volver a un mismo estadio anterior, como si de un punto de lectura se tratase y retomásemos un libro en el mismo párrafo que lo dejamos hace tiempo.