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Voto de DaniBernalR:
8
Intriga. Thriller. Cine negro Inspirada en la novela homónima de Patricia Higsmith. Durante un viaje en tren, Guy, un joven campeón de tenis (Farley Granger), es abordado por Bruno (Walker), un joven que conoce su vida y milagros a través de la prensa y que, inesperadamente, le propone un doble asesinato, pero intercambiando las víctimas con el fin de garantizarse recíprocamente la impunidad. Así podrían resolver sus respectivos problemas: él suprimiría a la mujer ... [+]
15 de setiembre de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hablar de las películas de Hitchcock es hablar de la historia del cine. Por gran cantidad de largometrajes que hayamos visto del director anglosajón, siempre habrá algún gran título de su amplia filmografia pendiente de visionar. Este es mi caso, y tras haber perdido la fe en su etapa inglesa, decidí recordar por que es tan grande y alargada su figura dentro del cine. Fe perdida tras ver el El hombre que sabía demasiado (1934), y que espero recuperar sobre su etapa inglesa en cuanto tenga la oportunidad, con títulos como Treinta y nueve escalones (1935) y Sabotaje (1936). Habría que ser mentecato para no confiar en el maestro del suspense, un hombre que hasta la fecha es insuperable en su género, y el culpable de que en la actualidad las películas de esta categoría sean vapuleadas y despedazadas por las lenguas viperinas de la muchas veces injusta crítica especializada. Y es que la tensión e imprevisibilidad que rebosante en el cine de Hitchcock no ha podido ser simulada por ningún otro director ni con tanta intensidad, ni con tanta asiduidad. Por ejemplo, en la recta final, esperaba como viene siendo ley y norma en los guionistas actuales, el empeoramiento de la situación, del que el protagonista saldría indemne gracias al hallazgo de un pequeño detalle que le exculpase, iluso de mi. Me explico. El desenlace iba conducido a que una vez depositado el mechero, Guy sería encontrado por la policía en el momento en que lo recogiese, siendo el dueño de la atracción el que lo exculpase al divisar a Bruno. Sin embargo Hitchcock nos regala ese momento antes, tras lo que, quien iba a imaginarse se desarrolla una espectacular y vertiginosa lucha en un tiovivo fuera de control.
Pues bien, partiendo de esta premisa, con unas espectativas bastante altas, me dispongo a ver Extraños en un tren, cuyo argumento no puede empezar de manera más brillante. Dos extraños conociendose en un tren, y un crimen conjunto perfecto planeado por la retorcida mente de uno de ellos. El desarrollo de la historia es fortalezido por la claridad y la profundidad con la que Hitchcock (experto en el manejo de los actores/actrices) es capaz de presentar y evolucionar el caracter de los personajes de la historia. Farley Granger y Robert Walker, ni mucho menos los actores predilectos del director, son los encargados de subir el listón a la historia. Si bien hay que decir que existe una parte en la que decae el ritmo del film, la magnitud de situaciones que encierra el guión, sumado a las buenas interpretaciones y la magistral dirección de hitchcock, hace que el relato se sitúe al nivel de sus mejores obras.
Como decía, uno de los puntales que engrosa la historia, es el toque de Hitchcock tras las cámaras, su majestuosidad y su modo de crear e intensificar la tensión y el suspense en la escena. Sin duda la persecución en el parque, con la escena en el tunel de amor, donde la sombra de la barcaza de Bruno se abalanza sobre la proyectada por los tres jovenes, ya hace presumir la oscuridad del personaje y lo que acontecerá más tarde. Otra escena a mencionar es la famosa escena de la muerte reflejada por las gafas de la victima, recurso que se sigue utilizando en muchas películas del género de terror. Por último, también quería resaltar, la escena donde el perro guarda en una escalera la entrada del piso superior de la mansión del padre de Bruno. Las famosas escenas de Hitchcock rodadas en escaleras son cuantiosas, convirtiéndose al igual que sus cameos en parte de su sello de identidad cinematográfico. El cubismo en la escena de las escaleras del campanario en Vértigo: De entre los muertos (1958), la caida del inspector tras el ataque en la mansión de Psicosis (1960) y sobretodo el magnífico final de Encadenados (1946) son ejemplo de ello.
Si habría que ponerle algún 'pero' al film, sin duda sería el odioso fondo de imagen pregrabada que utiliza para no rodar en exteriores en ocasiones. Casualidad o no, coincide el bajón de ritmo a mitad de película con las escenas rodadas mediante esa fórmula. Por otro lado tampoco creo que esté a la altura la banda sonora, que eximiendo su final, se me antoja vacua e insustancial.
En definitiva, una de las joyas del director, imprescindible para los amantes del suspense, como la mayoría de su filmografía.
DaniBernalR
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