“De los productores de 'Underworld'” reza el cartel de la película. Al menos nadie debería generarse expectativas equivocadas, pues la franqueza estilística y conceptual es total y resulta, quizá, la única baza a favor con la que cuenta esta pobre adaptación de la novela gráfica homónima de Kevin Grevioux (aquí guionista y también creador de la franquicia mencionada). Por lo demás, nos encontramos ante un desaforado más de lo mismo, pero peor, que subestima incluso al espectador menos exigente. Precedida por una mala acogida al otro lado del Atlántico, 'Yo, Frankenstein' (2014) se postula como firme candidata a ocupar las listas cinéfilas sobre lo peor del año.

El prólogo, que promete un producto más decente y placentero de lo que finalmente ofrece, sirve como resumen relámpago, modo chuleta de E.S.O., de la célebre obra de Mary Shelley, y le permite presentar sus cartas rápidamente y de manera honesta. Incluso el buen aficionado a esta clase de films disfrutará con regocijo del primer asalto a la catedral, secuencia que es, de largo, la mejor de la película con sus incesantes movimientos de cámara y su disfrutable y alocado barroquismo visual. Visto lo único aceptable de todo el metraje, a partir de ahí se viene abajo sin remedio.

La película está permanentemente herida de muerte por su déficit de carisma, el escaso sentido y consistencia de su trama y la nula empatía que despiertan los personajes, interpretados por actores desubicados en franca baja forma. No puede evitar sentirse como la hermana (muy) menor de 'Underworld' (de la cual extrae sus defectos obviando sus virtudes), sin embargo lo más desolador es la sensación de estar ante un cadáver cinematográfico hecho con trozos de sagas como 'Blade' o 'Underworld' y de títulos como 'Van Helsing' y, como ya se ha apuntado en no pocas críticas, carente de alma, al estilo de su desfigurado protagonista. En otras palabras, su falta de personalidad es alarmante pero aún más desalentador resulta su nula voluntad por rescatar del vacío más insoslayable a su, por otro lado, hinchada historia.

No siempre se acude al cine para gozar de sensaciones elevadas. En plena canícula, se agradecen chorradas amenas con las que comer palomitas en una sala oscura, cómoda y refrigerada. El problema es que la cinta de Stuart Beattie no ofrece ni lo mínimo, hilando un cliché tras otro en una típica y absurda (1% resucitado…) historia de ángeles (perdón, gárgolas) y demonios, acompañada de la inevitable y fútil historia de amor, cuyo pretendidamente épico cierre, prometiendo continuación, habría sido delicioso de haber presenciado un producto mínimamente competente. La historia, sobre el papel, tenía gancho y muchas posibilidades dentro de un plano bizarro, pero su construcción final deja a la vista algo más que costuras, y provoca un encadenado de bostezos.

Un servidor disfrutó con 'Underworld' e incluso con 'Van Helsing', y no le daña la bulimia digital a la que son sometidas quizá porque encuentra algo de vida, de amor al género en ellas, cualidades inexistentes en 'Yo, Frankenstein', más marca comercial y vacuamente estilística que nunca. Uno desearía que no volviera a la vida y que, en caso contrario, lo hiciera tras unos cuantos y bien zurcidos remiendos.

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