Santiago Segura no engañó a nadie cuando vendió el comienzo de la saga de Torrente como cutrerío. Efectivamente, la calidad de la película es absolutamente nula, al igual que el sonido y la imagen (se notaba claramente que el presupuesto era bajísimo). Sin embargo, la película tuvo el acierto de ser entretenida, sin abusar de una duración excesiva; de mostrar "tabúes" tratados de forma muy humorística; y, además, lograr que el público se mantuviera atento a los "cameos". En cierto modo, podríamos decir que "Torrente, el brazo tonto de la ley" es una película que interactúa con el espectador y eso le hace ganar puntos.