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España España · Málaga
Voto de Lukas:
7
Drama Tomek es un joven de 19 años que vive obsesionado con Magda, una mujer treintañera a la que espía cada tarde con unos prismáticos. Ella es una mujer liberal y sin prejuicios que invita a su casa a muchos hombres. Tomek, celoso, decide trabajar como repartidor de leche para interrumpir sus citas amorosas... Esta película pertenece a la serie "Decálogo". (FILMAFFINITY)
9 de enero de 2024
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Ampliación del Dekalog 6, esta breve película sobre el amor, como se tituló en algunos países, va justo de lo contrario. Quien piense que versa sobre el amor, se equivoca de pleno. El amor es justo lo que no hay, el fantasma que recorre los 84 minutos de metraje. Se divide claramente en dos partes, y como ya sucediera en No matarás, la otra cinta que se extrajo del famoso Decálogo, esa primera parte es mucho mejor que la segunda. Y es una pena, porque podría haber sido una obra maestra. Y no lo es. Para que una película sea considerada obra maestra, todo tiene que encajar a la perfección, no puede haber desequilibrios estructurales. Sucede que esta es una historia sobre un voyeur, Tomek (excelente Olaf Lubaszenko), que se dedica a espiar a una vecina que vive en el bloque de enfrente. Ella es Magda (el nombre, muy bien elegido: Maria Magdalena, una pecadora, una mujer que se acuesta con cualquiera, una buscadora de placeres pasajeros). La actriz que le da vida, Grazyna Szapolowska, es de una belleza deslumbrante, y sólo por verla ya merece la pena esta sombría cinta. Pocas veces se han visto actrices más guapas, yo al menos no lo recuerdo. Normal que este babieca se enamore de ella. Pero que no es amor, ya digo, es simplemente una obsesión. La cinta discurre de forma fluida y fatal, hasta que se desencadena la tragedia. Ahí acaba la primera parte.

Es como en Psicosis, de Alfred Hitchcock (sí, sí, el fantasma de La ventana indiscreta está por aquí), tras la famosa secuencia de la bañera, que empieza otra película. Pues aquí también, tras el desplante de Magda, que le hace ver al chaval que el amor no existe, sólo el sexo. Y es que, no lo olvidemos, ella es la típica ciudadana socialista, vive en la Polonia antes de la caída del Muro de Berlín. Que sí, que sí, que Kieslowski es muy poético y todas esas chorradas, pero antes de nada, es un autor político, todavía. Ya cuando se volvió francés e hizo aquellas pelis tan cursis, la cosa cambió bastante. En fin, en esta segunda parte, el punto de vista se desplaza a Magda, y aquí la cosa ya no gusta tanto. ¿Por qué? Porque la magia residía en la mirada de él, que somos todos nosotros, los babosos espectadores. Cuando él desaparece, y es ella la que mira, la cosa flojea bastante. ¿No era ella la puta, y él el mirón? Ahora resulta que esto da un giro de casi 180º, si no más, y resulta que el amor es posible, es decir, que se acabó la magia del cine. La magia dice: verás sin ser visto, podrás fantasear a placer, como en el porno. ¿Y el amor? El amor en su lugar. Es decir, en los cuentos de hadas, en los relatos infantiles y en las novelas del siglo XIX. El siglo XX pertenece al porno, a la miseria sentimental, a la explotación y al vampirismo más necio.

No es una mala película, al contrario. Está a la altura de No matarás, incluso es mejor. Hay una extraña química entre los personajes, y hasta la viejecita que le sirve de madre hace muy bien su papel, como la típica bruja socialista. Es un mundo triste, ya lo sabemos. En el viejo mundo comunista, el amor era así, un puro desatino. Sexo de mierda y amor que salta por la ventana. Pobreza, viejas que luchan por tirar el reciclaje, carreras como loco con el carrillo lechero, y la leche volcada. Esos bloques de viviendas, como colmenas. La magia del cine, viene a meter un poco de ilusión en esas vidas secas, casi muertas. Amor, o cine, sólo cine, nada más.
Lukas
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