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España España · Málaga
Voto de Lukas:
9
Drama. Romance Año 1851. Ada, que es muda desde niña, acaba de enviudar. Un matrimonio concertado la obliga a dejar su Escocia natal y viajar a Nueva Zelanda, acompañada de su hija y de su piano. Allí conoce a su futuro marido, un próspero granjero que se niega a llevar a casa el piano. Abandonado en la playa, el instrumento será rescatado por un vecino que establece un extraño pacto con Ada: él la dejará usar su piano a cambio de que ella se deje tocar. (FILMAFFINITY) [+]
3 de febrero de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vi en su momento, cuando se estrenó, en pantalla grande. Han pasado treinta años, que se dice pronto, y como la ponían en el canal Indie por M +, pues decidí verla, como un acontecimiento. Y es que, tenía muchas ganas de volver a verla, después de tantos años. Para saber si el entusiasmo que me provocó entonces, ahora persistía, o ya no tanto. Bueno, pues ya sé la respuesta, la respuesta está en el viento, quiero decir, en la selva intrincada, todo verde, y a lo lejos el mar salvaje, primitivo. Un piano en la playa, quién lo quiere, quién se lo lleva. Y la música de Michael Nyman empieza a sonar. El problema es que apenas se oía, la escucha fue deficiente, porque la pusieron en inglés dolby, y no ajusté bien mi televisor, para sacar el sonido Dolby, como tiene que ser. Así, los diálogos (escasos) sonaban bajitos (eso es problema de mi Deco UHD / 4K, que tengo que ajustarlo también, para que tenga más volumen), y la música más bajita todavía, porque estaba en estéreo, cuando la emisión era en Dolby 5.1. Y lo mejor de la peli, precisamente, es la música. Porque como ya han dicho todos (menos los espectadores fanáticos del cine esteticista y las mujeres locas por una historia femenina-feminista), el guión cuenta una historia bastante inverosímil, poco creíble.

No pude evitar dar algunas cabezadas, en su segunda mitad. Así, me perdí algunas cosillas, secuencias o parte de, cuando el clímax, o el drama principal. Vamos a dejar a un lado, pues, la historia tan enrevesada, que echó para atrás a mucha gente (sobre todo hombres, que no entienden de estas historias hiper románticas), y vamos a centrarnos en lo demás. Las interpretaciones, soberbias, de los cuatro personajes principales: Ada McGrath, su hija Flora, Alisdair Stewart (su nuevo marido) y George Baines, el nativo-amante. Holly Hunter, que hasta entonces pasaba por ser una actriz del montón, consiguió aquí el papel de su vida. La jovencita Anna Paquin, pues qué quieres que te diga. Sam Neill, pues otro papel de los suyos, pero aquí rodeado de “glamour”. Y Harvey Keitel, pues vio el cielo abierto, después de tantos años de secundario. Junto a esto, a destacar una hermosísima fotografía de Stuart Dryburgh, en donde destacan los colores y toda la magia de la sublime naturaleza neozelandesa; capaz de mostrarnos esos sentimientos a flor de piel, con una técnica impecable.

Por último, la cinta se remata con una música omnipresente, del gran Nyman, en su mejor momento. Ya lo seguía, pero aquí demostró que era capaz de componer una partitura excelente, para el gran público, no sólo para las “obras de arte” de su amigo Greenaway. Esa música envuelve al espectador desde el primer momento. Lo bueno es que, al contrario que en otras cintas, aquí es la propia Holly Hunter la que toca, en la mayoría de las secuencias, lo que es un valor añadido. El piano, ese piano desvencijado que viaja desde Escocia hasta la remota tierra de Nueva Gales del Sur. Un piano que se convierte en su voz, ya que ella no la tiene, la perdió a eso de los seis años, y ahora depende de su hija, que le sirve de intérprete, en el lenguaje de signos. Si el arranque ya es bueno, la llegada al nuevo continente, a la remota isla, en el confín del mundo, es de una belleza sobrecogedora. Cada plano está construido primorosamente, al igual que cada mirada, cada paso. Jane Campion, que venía de realizar una obra maestra absoluta como es Un ángel en mi mesa, continuaba aquí su peculiar travesía por las emociones más encendidas, a través de los elementos mínimos. Poco a poco Ada se va enredando en una pasión, que sabe que puede costarle la vida, que sabe que la hará sufrir; pero ella sigue adelante, porque el piano es todo para ella, y de ahí también surgirá la pasión (ya que el amor es imposible, el amor es para los otros). La historia es densa y a la vez simple como un anillo. Y todo lo que viene después es maravilloso, y tiene que ser así, no de otra manera. Como la música que nos baña por entero, una música queda que, por momentos, se muestra también apasionada.

Es una pena que no pudiera escuchar el audio como se merece (trataré de verla de nuevo, dentro de unos meses, a ver qué tal), porque la música de Nyman, ya digo, es el alma de una cinta que no se parece a ninguna otra. Pero no por la ambientación, no por el argumento, sino precisamente por la conexión, la imbricación mejor dicho, música-imágenes, que no he visto en ninguna otra película. Esto es cine poético, señores, de la mayor calidad, y eso es desde que arranca hasta que se acaba, con esos versos maravillosos, que hablan de algo que los pobres mortales, nosotros los vulgares habitantes de tierra, nunca sabremos.

Tras El piano, empezaba en el canal Un ángel en mi mesa, ahí es nada…
Lukas
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