O eso supongo, porque el arranque y la introducción de la primera parte de la película, queda lastrada por una ineficacia manifiesta a la hora de terminar el filme de una forma solvente.

La película arranca bien y consigue meternos en el asunto de los niños peculiares y los bucles en el tiempo de forma sencilla pero interesante a la vez. Las siempre controvertidas relaciones familiares, lo mágico y misterioso de esos mundos paralelos sólo al alcance de unos pocos, el gusto por lo distinto, lo estrambótico y lo anormalmente hermoso colaboran para ello.

A medida que la película avanza hacia su parte final todo parece quedar resuelto de una forma irritantemente apresurada. Bien, esto es así y sucede así y se acabó. La magia desaparece (quién sabe si la hubo en algún momento) para dar lugar a una especie de demostración de lo que se puede hacer con CGIs. Pero que le quitan a la película todo barniz de dulzura, sorpresa, imaginación y sueño.

A ello ayudan unos personajes no excesivamente definidos, salvo el del bueno de Asa, al que, no sé por qué, no terminamos de creernoslo durante gran parte de la película. Deambula un poco de aquí para allá, sin tener claro donde está su verdadero sitio.

Desde luego ni Tim Burton regresa, ni esta película quedará en la imaginación y el recuerdo de la gente que vaya a verla. Y eso es precisamente, lo que la separa de otras obras personalísimas y maravillosas del director, como Pesadilla antes de Navidad o Eduardo Manostijeras.