Al principio de la película, mientras vemos los créditos, podemos escuchar el sonido de gente hablando antes de empezar a rodar la película. Igual que en Persona, se nos advierte de los peligros del cine y que no debemos confundirlo con la realidad. Es paralelo al problema principal de los protagonistas de la película, que confunden la realidad con los fantasmas.

Digo los protagonistas porque aunque los fantasmas son de Johan, y él es el que tiene la mente perturbada, lleva mucho tiempo viviendo con su esposa y ella lo ama. Eso, como dice Alma, les ha llevado a parecerse tanto que piensan de la misma manera.

Johan es un artista poseído por el miedo de su propia condición: teme no poder dar a sus seguidores todo lo que esperan de él y por eso sus fantasmas, los que confiesan ser admiradores, finalmente acaban con él. Y por eso hacia bien en temerlos. Ellos fueron tomando forma poco a poco, primero en pesadillas y finalmente casi tan reales que Alma los sentía. Aunque Johan no solo estaba atormentado por los fantasmas por su arte, también por recuerdos traumáticos de su vida, como el castigo que sufrió de su padre y el niño que mató porque lo molestaba.

Lo mejor: la fotografía, la música, las actuaciones, la caracterización de los fantasmas, el discurso sobre la hora del lobo, la escena del asesinato del niño y, sobretodo, el último cuarto de hora.

Lo peor: que haya sido infravalorada y considerada una obra menor de Bergman pese a ser en mi opinión, una de sus mejores películas junto a Persona, El séptimo sello y Fanny y Alexander.