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España España · Valladolid
Voto de Alberto Monje:
7
Intriga. Terror. Thriller Un joven afroamericano visita a la familia de su novia blanca, un matrimonio adinerado. Para Chris (Daniel Kaluuya) y su novia Rose (Allison Williams) ha llegado el momento de conocer a los futuros suegros, por lo que ella le invita a pasar un fin de semana en el campo con sus padres, Missy (Catherine Keener) y Dean (Bradley Whitford). Al principio, Chris piensa que el comportamiento "demasiado" complaciente de los padres se debe a su ... [+]
18 de mayo de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mundo pareció dejar de ser racista cuando en 2008 un negro llegó a la Casa Blanca. Muchos hablaron de una “América post-racial”, que ya no se fijaría en el color de la piel nunca más. Ahora, con la llegada de Trump al poder, parece que los racistas están muy diferenciados de “la gente buena”: blancos y votantes suyos. Es muy fácil ir a un mitin de este señor y encontrarse con posturas contrarias a la población afroamericana, pero ¿y en el otro lado? ¿De verdad no existe en otros colectivos el racismo? Es lo que intenta descubrirnos Jordan Peele que, en su primera película, explora la cuestión racial del el sector liberal y progresista de la sociedad.

Déjame salir consigue lo que no muchas películas llegan a realizar: ser un film de género, pero a la vez de denuncia social. Lejos del drama de Moonlight o Fences, Peele quiere que el espectador sienta en primera persona lo mismo que siente la población afroamericana a diario en Estados Unidos. Hay quien habla de Déjame Salir como la película de terror del año. Puede que no. Pero no hay que dejar de reivindicarle su originalidad, su grandioso punto de partida y las intenciones de su director de hacer, como él mismo ha reconocido, “algo que no se haya visto nunca”.

Déjame Salir (Get Out) (curioso que el título en español y en inglés signifiquen lo contrario) cuenta la historia de Kris y Rose, novios desde hace cinco meses. Los padres de ella tienen interés en conocerlo, pero no saben un dato esencial: Kris es negro. Ella está tranquila, pues sus padres nunca han sido racistas. De hecho, “habrían votado por Obama en un tercer mandato”. Una vez llegan allí, pese a la atmósfera liberal y abierta, hay algo que a Kris le extraña de este “no-racismo” y esa perfección en la que vive esa familia.

Y es que el ambiente en el que se mueven los protagonistas, a priori, no tiene nada de malo: personas votantes de Obama, que no tienen ningún problema con hablar con Kris, que es negro, incluso hay una mujer que está casada con un hombre afroamericano. ¿Qué tiene de malo? Ya el espectador puede sospechar algo cuando ambos trabajadores de la casa son negros, típico de las plantaciones de algodón de la América pre-Guerra Civil. Pero en defensa de la familia sale el propio padre: “Familia blanca, trabajadores negros, qué cliché ¿eh?”. Caso cerrado, no existe racismo en esta familia.

Error. El racismo en el guión de Peele, como en la vida diaria, se muestra en los pequeños detalles. El protagonista, en una fiesta familiar a la que acuden muchos invitados, va de persona en persona hablando del mismo tema: un hombre le pregunta si juega al golf, pues a él le gusta mucho Tiger Woods; una mujer le pregunta a su novia, con él delante, si es verdad lo que dicen que los negros están “mejor dotados”; otro hombre le comenta que ser negro está de moda. Y así con todos. Es decir, pese a que lo respeten como negro, el único tema de conversación que pueden mantener con él es el hecho de que es negro.

Jordan Peele, guionista y director, cuenta con humor lo que seguramente él y muchas otras personas en su país viven día a día. Sin duda, para la persona blanca media, no supone ningún acto de racismo, pues lo está tratando con respeto, pero puede que no se dé cuenta que el color de su piel sigue marcando el comportamiento hacia su persona.

Pero si gran parte del guión está pensado para que el espectador se ría a la vez que se da cuenta de estos comportamientos, la otra parte está pensada para aterrarlo. Get Out es la propuesta de terror más original de los últimos años: no hay fantasmas, ni brujas, ni magia negra… Lo que aterra al espectador es la locura de unos personajes que bien pueden ser el reflejo, exagerado, de una sociedad entera. Unos personajes que creen no juzgar a las personas por el color de su piel, pero irracionalmente los buscan para aprovecharse de ellos de las maneras más despiadadas.

Puede que la película en su tercer acto pierda un poco el buen cauce que se construyó en las dos primeras. Quizá a los más escépticos del género no les convenza. Sin embargo, está lleno de saltos y momentos de terror palomiteros, que a los seguidores de la factoría Blumhouse (Insidious, Paranormal Activity) les será una verdadera delicia.

La primera escena de la película marca el tono del conjunto. Un hombre, negro, camina solo por un barrio rico blanco. Al principio, lo hace tranquilo, pero luego se da cuenta que un coche lo sigue. Poco a poco, en un plano secuencia perfectamente construido, la extrañeza del protagonista pasa a incomodidad para convertirse en verdadero terror. Sin embargo, sí que es verdad que el resto de la película no es tan aterradora como pudiera parecer. Eso sí, tiene tantos puntos fuertes que, sin duda, este no es débil.

Cada vez que se estrena una película de género algo diferente, se dice que marca el inicio de una senda a explorar. No voy a caer en el cliché. Pero sí que voy a decir que Jordan Peele ha conseguido mirar con otro objetivo un género que ya murió hace mucho tiempo y dar al espectador, durante dos horas, algo que nunca había disfrutado. Déjame Salir no es la película más aterradora del siglo, puede que ni siquiera la mejor de su género, pero, sin duda, se quedará en las retinas de un espectador blanco tranquilo que pensaba que el racismo no se encontraba en él.
Alberto Monje
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