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Voto de Rick el acomodador:
9
Drama. Aventuras Siglo XIII. Relato épico sobre el príncipe Alexander Nevsky, que defendió victoriosamente el norte de Rusia del ataque de los teutones: la batalla se libró sobre la superficie helada del lago Peipus. También tuvo que hacer frente a la invasión de Rusia por el ejército mongol dirigido por Gengis Khan. (FILMAFFINITY)
3 de abril de 2010
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los tocayos Eisenstein y Prokofiev firman su ópera cinematográfica Alexander Nevski en 1938, sin alcanzar la perfección. Pero firman una obra de arte audiovisual, sin duda, sobresaliente.

Fotogramas imborrables. Acordes. La Fotografía como arte en sí mismo. Música. Magnetismo en los claro oscuros. El cielo ruso. El cielo que ocupa la pantalla casi en su totalidad. Los silencios. Los teutones como alegoría a los nazis del momento, parecen haber bebido de las hordas del Ku Kux Klan de “El Nacimiento de una Nación”. Porque Eisenstein, maestro de Griffith, es también aquí alumno de unos cuantos, tras haber aprendido en California y Mexico lo poco que le quedaba por aprender. Aquí se atreve con el travelling al final de la película, por ejemplo, aunque no se aprovecha de él todo lo que hubiese podido en esta obra épica a mayor gloria del régimen comunista, que le encargó y limitó el film. La iglesia, la orden teutona con sus cascos infernales de garras y cruces, sus capas y caballos fantasmagóricos… ¿cabe hacer más arte de un pastiche propagandístico?

Lo que en principio debía ser un film-advertencia ase convierte en una sinfonía audiovisual arrebatadora, de una belleza plástica difícil de superar. Maestro del ritmo y el montaje, Eisenstein vuelve a dar lecciones en cada secuencia y filma una batalla en cuarenta minutos que pasan como un soplo. Hasta que Gibson se rodara a sí mismo liderando las hordas escocesas, no ha tenido discípulo en un campo de batalla, a cota de malla, espada, hacha, garfio, pértiga, escudo, lanza y garrote. Ni cámara al hombro ni leches. Una grúa y se acabó. Apenas sin mover la cámara, logra bailar con su tocayo en este virtuosismo lírico que es un ballet ruso impecable, conmovedor y soberbio.

No es perfecta, ni de lejos. Claro. Es arte.
Rick el acomodador
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