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España España · Barcelona
Voto de Rómulo:
8
Drama Biopic de la obra y vida de la gran Emily Dickinson, una poetisa que paso la mayor parte de su vida en casa de sus padres en Amherst, Massachusetts. La mansión en la que vivió sirve de telón de fondo al retrato de una mujer nada convencional de la que se sabe muy poco. Nacida en 1803, fue considerada una niña con talento, pero un trauma emocional la obligó a dejar los estudios. A partir de ese momento, se retiró de la sociedad y empezó ... [+]
15 de octubre de 2016
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Historia de una pasión

"Corazón, le olvidaremos en esta noche tú y yo. Tú, el calor que te prestaba. Yo, la luz que a mí me dio. Cuando le hayas olvidado dímelo, que he de borrar aprisa mis pensamientos. Y apresura tu labor no sea que en tu tardanza vuelva a recordarle yo..." Emily Dickinson, n. en Amherst, Massachusetts, 1830-1886.

Terence Davies es actor, escritor, guionista, director y todo aquello que se proponga. Este joven talento británico de apenas 71 años -nació en 1945 al igual que yo y, aparte de compartir su pasión por el cine, ahí terminan nuestras coincidencias- ha vuelto a dirigir y escribir una ensoñación de película. Sin embargo, este hombre a lo largo de su carrera ha topado con numerosos problemas y dificultades en la financiación de sus proyectos por lo que, desafortunadamente para todos nosotros, únicamente ha filmado cinco largometrajes.

"Velámenes de púrpura se mecen con suavidad en mares de narciso; marineros fantásticos se esfuman y queda el muelle en la quietud sumido..."

Tenía muchas ganas de ver "Historia de una pasión" pues su anterior trabajo, la bellísima "Sunset Song", que reseñé aquí en su día, era una delicia. Ahora nos deslumbra de nuevo con una versión biográfica de la poetisa norteamericana Emily Dickinson. Y, paradógicamente, le ha salido un poema como la obra de su protagonista. Un filme estético, sobrio pero al tiempo, cruel y desgarrador. Como es usual en él repite aquí esa fotografía brumosa con encuadres de claroscuros como pinturas academicistas de la época. Es una película, casi en su totalidad, de interiores y una cámara cadenciosa gira suavemente en travelings majestuosos, en ocasiones de 360º. En ellos, al resplandor de la llama tenue y temblorosa de los candiles, entre un mobiliario exquisitamente reproducido, envuelve a sus moradores de sombras titilantes bajo la pálida luz de la estancia. Evocadoras elipsis muestran el paso del tiempo y el envejecimiento de sus personajes mientras, una música sublime -Beethoven, Schumann, Schubert y sus más afamadas lieders-, cobija y acompaña la voz cálida y aterciopelada de una magistral Cyntia Nixon que, durante el transcurso de la cinta, va desgranado los versos de su atormentado personaje.

"No había helada, pues en mi piel sentí sirocos reptar, ni había fuego, pues mis pies de mármol podían helar un santuario..."

Dickinson fue una inteligencia brillante, irónica, descarada, de un humor mordaz y esas no eran virtudes que agradaran a los hombres de su tiempo, cuando las mujeres no eran mucho más que objetos de adorno. La poesía significó su vida y a esa pasión se aferraró con uñas y dientes. No quiso someterse a las leyes opresivas de su época, se rebeló contra las costumbres establecidas, anheló encontrar su propio camino, incluso la salvación de su alma, al margen de las reglas impuestas por un puritanismo riguroso e hipócrita que la oprimió y denigró. Pero al mismo tiempo, reconocía que no debía exteriorizar toda la savia de su pensamiento porque esa vía la conduciría irremisiblemente a la marginación, la soledad y el desprecio de los suyos.

"Sólo sabemos toda nuestra altura si alguien le dice a nuestro ser: ¡Levanta! Y entonces, fiel consigo, se agiganta hasta llegar al cielo su estatura..."

Sin embargo, curiosamente, encerrarse en sí misma tampoco fue la mejor opción. Inició una interminable lucha interior contra sus propios demonios. Existió en ella un halo de sorda tristeza, un carácter obsesivo, depresivo y contradictorio. Su existencia, poco a poco, se convirtió en un infierno que la devoraba. Se aisló, finalmente, en el reducido y claustrofóbico espacio de su habitación en donde escribía febrilmente cuando todos dormían, aprovechando el silencio de la noche. Como un fantasma, esporádicamente se asomaba al rellano de la escalera para recibir alguna visita sin ser vista o escuchar las voces y rumores que se propagaban por la casa.

"Poder discrecional tuve en mi mano y con denuedo contra el mundo fui; dos veces temeraria lo he afrontado tan sólo con la honda de David..."

Y ese mundo hostil donde los hombres no admiten a las mujeres como sus iguales, donde el rigor de un puritanismo exacerbado, más acentuado aún, si cabe, por los últimos pobladores de la Nueva Inglaterra y donde su obra no obtiene el reconocimiento y la difusión que merece, ahonda su angustia y desesperación acercándola cada vez más a la hoguera de su progresiva desintegración. "¿Por qué la vida se ha convertido en algo tan sombrío?", le confiesa a su hermana en un momento de intensa aflicción. No, ya nunca habrá paz para el espíritu inquieto que domina el alma de Emily, porque el mundo en el que vive no está hecho a su medida y, aunque ella lo sabe, no logrará aceptarlo jamás.

"Morir no duele mucho: nos duele más la vida. Pero el morir es cosa diferente, tras la puerta escondida..."

Es la vida, me digo al abandonar la sala pero, aunque algo abrumado, celebro haber visto esta soberbia, delicada, elegante, profunda y compleja película y pienso, no sé si con razón, que Terence Davies ha realizado el mejor y más ajustado retrato de esta talentosa, desgraciada e irreductible dama que fue Emily Dickinson.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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