Tiene amor, respeto, felicidad, paz interior, tradiciones, buena música, bellos paisajes y que nos inunda con una paz interior como sólo el cine oriental sabe hacerlo. Tiene grandes ingerdientes para hacernos pasar un par de horas agradables, llenas de dulzura y hechados en el sofá. Pero me inquietó la falta de profundidad, sobre todo de las relaciones personales, eché en falta el salirse del margén, llevar un poco los sentimeintos más allá, hacia los extremos. La música y los idílicos paisajes llenan metraje sin llegar a decirnos mucho, rayando un efecto videoclip de ensueño.
Sin embargo, se hace muy amena, las poco más de dos horas se pasan volando y nos deja con ganas de más , de seguir metidos en la historia, que sin grandes pretensiones, nos ha enganchado e unos personajes felices y autorealizados. No conmueve pero si que nos mece, acunándonos en su ritmo lento y delicado, como una dulce melodía de cariño y sensibilidad.