Ciencia-ficción de bajo presupuesto (ojo, lo de “bajo presupuesto” no quiere decir que una película sea “mala”; hay auténticas joyas de bajo presupuesto) con premisa argumental confusa y enrevesada (mecánica cuántica de por medio) que, en un momento dado tratan de explicar en 15 segundos (a nivel E.S.O.) y con la que no se aclaran ni los propios guionistas (Billy Ray y Ben Ripley), dando lugar a una historia deshilachada y plagada de errores (que, eso sí, no se notan mucho), cuyos jirones se pierden por ahí sin que nadie diga nada.

En fin que, dejando de lado la búsqueda de planteamientos que le den algo de verosimilitud y consistencia a esta especie de parrala, la peli puede llegar a entretener aunque, si no fuera por las sonrisitas sensuales y las miraditas picaruelas que Michelle Monaghan le lanza sin descanso al superestresado Jake Gyllenhaal y a ésa curiosa relación materno-filial que se acaban montando el susodicho y la madurita Vera Farmiga en uniforme (sí, siempre estoy pensando en lo mismo). Perdería todo interés.

En resumen: pasable.