Con este título, cómo no la vas a ver. Tomates verdes fritos, inolvidable. Qué bueno y qué difícil es poner un nombre que por sí solo dote de personalidad a la propia obra.

Aquí tenemos una encantadora historia narrada por una fantástica Jessica Tandy (con un doblaje magistral de Marta Martorell) que nos lleva a los estados sureños norteamericanos de principios del pasado siglo, que tantas buenas historias ya nos han dado. Una bonita historia de amistad (¿puede que algo más?) entre 2 jóvenes rodeadas por un racismo coyuntural que lo envuelve todo y con un mágico café (personaje en sí mismo), el Whistle Stop, que nos queda ya para el recuerdo.

Película costumbrista que logra transmitir al espectador nostalgia por un lugar al cual apenas nos hemos acercado a través de una amistad.

Muy buena.