Una se levanta un sábado de resaca y comete el error de pasar la tarde con "800 balas" de fondo. Empieza muy bien: una entrada de auténtico western, colores guays y un clásico Morricone versionado con buen gusto. Después ya se nos sitúa en la Almería de hoy, con un planteamiento inicial bastante majo: un niño se escapa en busca del abuelo que no llegó a conocer, odiado por el resto de la familia, y que resulta ser una vieja "gloria" del cine de vaqueros. El niño, claro, lo flipa en el cutre parque donde trabaja haciendo de sheriff y se queda con él, ahí, estrechando vínculos.

Hasta ahí todo bien, luego se les va de las manos. Y no me entendáis mal, me encanta que las cosas se vayan de las manos en general, pero es que no tiene ningún sentido. No puedo entender como un planteamiento tan original y chanante se puede convertir en una serie de despropósitos tan perfecta. De repente el guión deja de tener coherencia ninguna y se dedica a plantear situaciones ridículas de telenovela barata, que imagino pretenden ser cómicas, y luego cuando parece que nada puede ir a peor empiezan las explosiones.

Parece que Álex de la Iglesia se ha esforzado en parecer un mal imitador de sí mismo. Solo puedo salvar a Carmen Maura, ya había suficiente caricatura con todo el rollo del spaguetti western como para que se añadan unas actuaciones tan forzadas. Realmente espero que lo hicieran así de mal a propósito. Lo que podía haber sido una vuelta de tuerca al género se convierte en la peor pesadilla de los amantes del western más clásico. Haría hacerse a Clint Eastwood el harakiri con su propia escopeta (¿veis? a todos se nos puede ir de las manos).