John Carpenter traza una presentación, tanto de los personajes como de la situación, brillante. La notable banda sonora acompaña a unos fantásticos momentos iniciales, y no tan iniciales, de calma antes de la tormenta.

Curiosamente, cuando empieza la tormenta, el asalto a la comisaría, el fuelle comienza a escaparse, lentamente. Salen entonces a la superficie los peores defectos de esta poco más que interesante versión de La noche de los muertos vivientes donde los asaltantes están vivos, aunque tengan los cerebros igual de momificados que los monstruos de la cinta de Romero.

Vale que les de igual morir, pero es que parece que no quieren otra cosa cuando en un segundo tiroteo caen como moscas desde unas ventanas por las que intentan colarse haciendo gala de su falta de inteligencia, y haciéndole un flaco favor a una película a la que ya le bastaba con la ridiculez proporcionada por algunas actuaciones deficientes.

Con aceptables recursos técnicos, Asalto al distrito 13 intenta lograr mantener una tensión (existente sólo en momentos muy puntuales) que carece de pilares sólidos sobre los cuales sostenerse, y se queda en una simplona y descafeinada película de culto, para quien quiera rendírselo.