No se puede negar que las películas de Darío Argento tienen un carácter muy personal y eso es de valorar. El problema es que es tan personal que no suele dejar indiferente ni para lo bueno ni para lo malo.

Partiendo de que no soy muy fan de su cine, esta ha sido la película que más me ha gustado de su filmografía. El uso del color rojo está muy presente durante toda la película, logrando un ambiente tenso y agresivo. Hay algunas escenas que consiguen ser incómodas y por supuesto no faltan las escenas de gore cutre, sello de identidad del director. El guión no es nada del otro mundo y aunque nos presentan unos personajes y una trama llena de misterio, el desarrollo de estos se queda corto. El cierre es previsible y muy simple, no obstante cumple su cometido. Estamos ante una buena película que podía aspirar a ser algo más, pero en mi humilde opinión se queda a medias.

Puede que si no eres fan de Argento te guste más el remake de 2018 el cual tiene sus propias virtudes. En este caso perdemos el toque personal de la original pero se desarrolla con más profundidad la vida en la escuela y nos deleita con una de las mejores escenas que he visto en los últimos años en el cine de terror, con baile incluido. Al menos veremos a los personajes bailar en algún momento, aunque no sea relevante para la historia por lo menos te hace meterte en el perfil de los personajes. En la original la historia se podría desarrollar tanto en una escuela de baile como una escuela de charcuteros porque las escenas relacionadas con el baile se limita a una. Eso sí, el remake con 2h30' se hace larga cosa que no le pasa a la original, mucho más corta y directa.

Ambas versiones tienen sus virtudes y sus defectos. Merece la pena darles una oportunidad a ambas, aunque si te ves una y no te gusta no creo que la otra versión te vaya a convencer