En 2014, un par de directores, especialistas en dobles de acción, irrumpían con una película que en breve tiempo terminó por volverse de culto. Ante el éxito uno de ellos, David Leitch fue convocado a dirigir la nueva entrega de ‘Deadpool’, mientras la otra parte, Chad Stahelski, se quedó al frente de la segunda entrega que nos trajo de vuelta a los primeros planos a Keanu Reeves.

Esta secuela inicia recordando un poco lo acontecido en la historia de la primera entrega, y dándole un cierre a esa historia, permitiéndole a John Wick recuperar su Mustang, aunque no de la mejor manera, y tomar la decisión de retirarse a una vida mucho más tranquila.

Pero el retiro terminará siendo por demás breve, Wick será buscado por un ex socio al que le debe un favor y que le hará cumplir con un pacto de sangre, debiendo hacerle frente a ese último caso, viajando a Roma para darle fin a esa asociación y volver, ahora sí, a casa.

La película está plagada de secuencias que se destacan por su espectacularidad y buen trazo, Stahelski consigue mantener en la saga el ritmo vertiginoso y sobre todo impregnar con pequeños momentos inolvidables cada pelea o persecución gracias a la estilización de sus imágenes.

Si bien esta segunda parte adolece de un buen villano, son varias las secuencias que se quedarán en la mente de los fanáticos, como la secuencia de persecución y balas justo antes de los créditos de inicio o cuando Wick debe enfrentarse a varios matones que lo siguen por las calles de New York, pero a la adrenalina y el espectáculo de siempre se le suma una importante cuota de humor, como en la escena en que Wick y Cassian (Common) en el metro intercambian disparos con silenciador puesto.

Por esos momentos y más, John Wick se ha ganado un buen lugar en el gusto popular de quienes van al cine a pasarse más que un buen rato.


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