Luego de una efectiva película de presentación, la muñeca ‘Annabelle’ regresa con su segunda película propia, ahora una precuela que cuenta su creación y la historia previa de lo sucedido en la anterior película, en lo que es la cuarta película que integra el universo de ‘El conjuro’, ahora dirigida por el sueco David F. Sandberg (Lights Out).

Tras la muerte de su pequeña hija en un accidente, un fabricante de muñecas y su esposa deciden recibir en su casa a una monja y unas pequeñas huérfanas tras el cierre de su orfanato.

Pronto empezarán a suceder extraños sucesos en la casa, todo provocado por un violento espíritu que busca apoderarse del alma de una de las niñas, espíritu que habita en una muñeca llamada Annabelle.

Producida por James Wan, esta segunda entrega de Annabelle dista de ser una gran película, lejos de filmes inteligentes dentro del género como algunos estrenados este mismo año, pero tiene a su favor ser un relato intenso y con bastantes momentos llenos de tensión y algunos buenos sustos.

Si bien la historia es un tanto sencilla, Sandberg sabe bien como vestirla de incómodos momentos de tensión, creando un clima que se sostiene durante buena parte del metraje, con algunos momentos de sustos muy imaginativos y un interesante diseño sonoro.

La mexicana Stephanie Sigman logra un sólido performance, así como las dos pequeñas actrices que son sometidas a una gran cantidad de sustos, en una película que consigue ser efectiva para pasar un buen rato en la sala de cine (si el espectador gusta del género), y que además se integra perfecto al resto del universo de películas de ‘El conjuro’, incluyendo un guiño a la inminente y muy esperada ‘La monja, de próximo estreno.


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