Wes Anderson ha conseguido con su cine un estilo personal y ha hecho de su nombre un género en sí mismo, basta ver un solo plano para adivinar que éste pertenece a alguna película suya.

El gran hotel Budapest tiene ese muy personal sello Anderson, un director que se ha ganado el privilegio de experimentar con el cine al mismo tiempo de tener a las más grandes figuras dentro de sus repartos.

Una chica a manera de homenaje, lee un libro a los pies del busto de un hombre, que es el autor, el libro tiene el título de la película y de ahí nos transporta al pasado hasta la república de Zubrowka donde se sucede la acción, y es el sitio donde se ubica el hotel.

Ahí, el mismo autor (Tom Wilkinson), relata cómo fue que se originó la historia, y en otro flashback nos trasladamos con el mismo autor pero más joven (ahora interpretado por Jude Law), donde se muestra como conoció al dueño del hotel, Mustafá, quien es el que irá contando resto del relato.

Mustafá trabajaba como botones en el hotel, el cual estaba al mando de Gustave (Ralph Fiennes), un hombre estricto pero cordial, con un gran poder de seducción que utiliza para enamorar a distinguidas clientas un tanto mayores. Una de ellas (Tilda Swinton, irreconocible y genial), muere, y hereda a Gustave un valioso cuadro, esto desata una revuelta en la familia de la difunta que acusará a Gustave de homicidio y dará inicio a una serie de acusaciones, intrigas, huídas, persecuciones y demás, donde Gustave tratará de demostrar su inocencia.

Como una vieja película de aventuras, El gran hotel Budapest arroja emociones todo el tiempo, y como siempre, arropado por un elenco multiestelar, donde además de los ya mencionados aparecen en el transcurso de la historia actores del calibre de Bill Murray, Edward Norton, Mathieu Amalric, Adrien Brody, Willem Dafoe, Jeff Goldblum, Harvey Keitel, Jason Schwartzman, Léa Seydoux, y Owen Wilson, entre muchos otros.

Anderson, convertido en un autor con todas las letras, consigue un film seductor y apasionante, con un manejo del tiempo como pocos, en un relato donde la historia, los decorados y los personajes tienen el mismo peso específico. Anderson suma una nueva obra maestra a su filmografía.