La más reciente película del sudafricano Donovan Marsh mira con nostalgia el cine de acción de los años 80, concebido en plena guerra fría, donde los Estados Unidos debían hacerles frente a los rusos, en una película disparatada y por ello muy entretenida.

Un submarino norteamericano es alcanzado por un torpedo ruso, por lo que el gobierno estadounidense decide enviar otro submarino para que investigue las causas del posible ataque, todo a cargo del capitán Joe Glass (Gerard Butler).

A la par, envían a un comando por Tierra para redondear la investigación, que da como resultado que el Ministro de Defensa ruso ha secuestrado a su presidente, por lo que la operación submarina y la terrestre deberán unir fuerzas para rescatarlo y reimponer el orden.

La película, que se basa en la novela escrita por Don Keith y George Wallace, trae de regreso aquel sentimiento de miedo colectivo de los estadounidense a una posible Tercera Guerra Mundial, obviamente provocada por los camaradas rusos, que ellos deberán evitar de manera heroica.

En este caso devolviendo el orden a la nación rusa, rescatando a su presidente de un secuestro y golpe de estado a través de dos operaciones del ejercito estadounidense, una por tierra y la otra a bordo de un submarino, lo que da posibilidad de presenciar sendas secuencias de acción en ambos frentes que por lo menos consiguen ser atrapantes y con una buena dosis de tensión que mantienen al espectador bien ocupado de lo que sucede en la pantalla, a pesar de que la película se alarga innecesariamente.

Las actuaciones son cumplidoras, Gerard Butler colabora con su cada vez más variada colección gestual, en un reparto que incluye a Gary Oldman y Michael Nyqvist en una de sus últimas apariciones en cine, que dan forma a una película previsible y con cierto aire a cine añejo, pero que es endemoniadamente entretenida.

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