Filmaffinity es fantástica, porque está repleta de fariseos y pretenciosos eruditos, que creen saber más que nadie. Si esta película fuera al estilo de "Braveheart", la criticarían por excesiva y poco realista en la escenas bélicas; y si "El oficio de las Armas" es lenta y carente de grandes batallas, la menosprecian precisamente por carecer de lo que le sobra a la oscarizada película de Mel Gibson. De resultas de esto, diré que hay que conocer un poquito la historia de las Guerras de Italia y la idiosincrasia del Renacimiento para comprender el espíritu de esta película. En Hollywood hubieran convertido esta historia en algo parecido a un Rambo al servicio del Papa, al tiempo que hubieran cuajado la cinta de batallas más o menos acertadas y realistas; porque allí ni de eso pueden presumir, pues en sus afanes de realismo, tan pronto exageran como convierten las batallas en operetas simples y ñoñas.
Mi reflexión resulta sencilla: Estamos ante una obra maestra. Quien tenga ojos, que vea; quien tenga oídos que oiga. Realismo absoluto, cuidado absoluto del más mínimo detalle, acierto absoluta del rigor histórico.
En el odioso Hollywood actual hubieran elegido a una "Top" para el papel de esposa de Juan de Medici, sin embargo aquí, el director, ateniéndose al buen gusto y al verismo máximo presenta a una muchacha cualquiera, más bien fea; y sin gesticulaciones exageradas, sin diálogos rocambolescos y fatuos; tan solo una adecuada exposición de la realidad del siglo XV,
Niebla, nieve y frio constituyen la realidad del norte de Italia, Atuendos completamente compatibles con la época; rostros que nos trasportan al pasado y una ambientación tan impecable como real.
Señoritos y señoritas, estudien las tácticas de combate a finales del siglo XV y principios del XVI; busquen las batallas de Ceriñola, Garellano, Bicoca y Pavía; y lean la historia de las Guerras de Italia y disfruten con esta cinta. Cierren las puertas al nuevo cine americano bélico y contemplen a unos personajes que pugnaban por la perla italiana, un tesoro codiciado por el rey francés, a quien tanto disgustaba los amplios dominios castellanos y aragoneses en la península de la bota.