Me gustaría no tener que escribir esta crítica. Me gustaría no haberme dejado encandilar para pagar los seis euros de la entrada, de una película que como mucho vale dos, palomitas incluidas. Me encantaría haber asistido a la proyección de una película de humor absurdo e inteligente, y no de humor absurdo cocinado a base casi exclusivamente de elementos gruesos y groseros.

Me gustaría no haberme reído de vez en cuando, para así no dar la impresión de conformidad con lo que estaba viendo, que reírse de vez en cuando no quiere decir que estés asistiendo a una obra de cine, que hacer reír lo hace cualquier buen humorista, y su mérito tiene, sin que a eso le llamemos séptimo arte.

Me gustaría no haber visto en el film a Mariah Carey o John McEnroe, pues me encantaría que el dinero no lo pudiera todo. Y, por último, me gustaría que un tema tan serio como es el conflicto árabe-israelí no hubiese sido tratado de manera tan frívola.