Tras trabajos recientes como “45 años” o “Lean on Pete” es evidente que había que seguir la pista al autor Andrew Haigh, ya que busca ir un poco más allá, un paso más lejos, en lo referente a mostrar aquello que no se puede ver, lo complejo y enterrado en el fondo del alma, pero que nos hace ser tal como somos.

En esta aventura de barco ballenero con un destino fatal sellado de antemano, encontramos personajes de todo tipo, todos ellos con un tratamiento profundo más allá de su protagonismo. Seguimos a Patrick Sumner (Jack O’Connell) un cirujano caído en desgracia tras luchar mucho por lo que tenia, debido al funcionamiento de la sociedad, y que depende del láudano sin conocer aún su destino.

Si el es la cara de la moneda, Henry Drax (Colin Farrell) es la cruz de la misma, alguien que solo se guía por su propia naturaleza, su instinto, sin tener en cuenta normas ni tampoco una moral o ética ante la que se pueda detener, así es como nos presentan en cierto modo una dualidad entre el bien y el mal.

Una historia de supervivencia, en un lugar remoto y aislado, con animales y gentes simples pero extraordinarios a su manera, un guion sólido que siempre busca capturar el interior, y un reparto magnífico tanto por los papeles de los antes citados como de Stephen Graham o Peter Mullan, que muestran parte de la condición humana en circunstancias extremas.