El bueno de Woody nos devuelve al París mágico o hipnótico de los años veinte, la llamada "edad de de oro" en casi todos los campos artísticos, y la recupera de la mano de un convincente Owen Wilson que hace un gran intrepretación, aunque los minutos marcianescos de Brody, encarnando a Dalí son geniales; sin dudarlo decir que nos encontramos ante un importante retrato de una grandísima ciudad en la que además de mostrar sus mejores postales, profundiza en su corazón y nos pasea por cada una de sus arterias; es de tono vitalista, a la vez onírica y auténtica, un verdadero frescor en la cartelera actual. Consigue lo que pocas peliculas logran, sorprendernos y seguir apostando por un grande que lleva
varias decadas reciclándose y dejando la impronta de gran autor; animo a todo el mundo, que se deje llevar y pasee un rato por estas calles parisinas.