Idea buenísima que daba, creo yo, para una comedia sin medias tintas, sin pretensiones románticas ni dramáticas. Y no lo digo porque esté en contra de mezclar estos tres géneros, sino porque los personajes de Jimmy y William, como si de Quijote y Sancho hollywoodienses se trataran, pedían más patetismo, mejor aprovechamiento de la comicidad de las situaciones planteadas. El director-guionista se empeña en cargarnos con guiños cinéfilos, con la omnipresencia de Pesci y con una Victoria Abril que no tenía cabida (no sólo ella, sino el personaje; y es que me estuve preguntando toda la peli cómo cojones había podido terminar una madrileña tan normal como ella liada con semejante patán. Falta explicar algo en ese guión, sobre todo si se deja esa parte romántica).

La veo incluso buena idea para una serie de televisión, fijaos lo que os digo. Podría llamarse 'S.O.S. (Save Our Streets / Salvar o Sucumbir)', e iría de un hombrecillo de la calle con ansias de reconocimiento que se monta una organización ciudadana ilegal con sus vecinos (¿por qué iban a ser sólo dos los botarates?) para terminar con la delincuencia del barrio. Al principio, en cada capítulo se abordaría la acción secreta para desmantelar alguna amenaza —camellos, ladrones, mafiosetes...—, pero más adelante vendría la persecución policial, las traiciones internas, etc. (¡Ea!, ahí os dejo la idea, a ver si inspira a algún productor español de televisión y decide invertir en una serie que no sea ni de médicos ni de polis, coooño.)
Y en este planteamiento es donde estaba realmente el material aprovechable. Pero es un error hacer como ha hecho Barry Levinson, es decir, intentar tomarse demasiado en serio siquiera una pizquita de esta historia.