Es la verdad. Todo me pareció falso.
Parece que para ser valorada por cierta parte de la crítica la situación se sitúa en los tiempos de la agonía de Franco. Si hubiera transcurrido en la actualidad nada habría cambiado.
La niña deficiente, su padre, el gitano, el mecánico, el niño protagonista y toda su familia parecen estar ahí de prestado.
Lo único real es la crueldad de esos niños que encuentran verdadero placer en maltratar al otro o en pintar al perro de verde.
El abuelo republicano sigue siendo amigo del fascista que le retiró la palabra 40 años atrás. El autor parece querer hacer las paces entre los dos bandos de la guerra civil, cual Pilatos de esta España de democracia falsaria, cuando eso no es posible. No conozco a nadie (en la familia, en el pueblo) que viviera la contienda que haya perdonado a sus contricantes.
El niño Junio Valverde es más soso que Fabio Capello en un sepelio. El gitano se pasa el tiempo atusándose el negro cabello, más guapo y más sonriente él que el cantante de Ketama. Y la historia...,una historia que quiere ser dura para no contar nada.