En 1974 todo lo japonés pues nos sonaba a chino, es decir, que en Occidente no teníamos ni idea de lo que se cocía en aquellas tierras, más allá de estudios pioneros como el de Ruth Benedict, "El crisantemo y la espada" (1946), así que es normal que con tanto exotismo hubiera personas que se sintieran fascinados, que es lo que les pasa a Sydney Pollack y a Paul Schrader, uno de los coguionistas junto a Robert Towne, a partir de una historia de Leonard Schrader, efectivamente, hermano del mencionado Paul Schrader. Sólo a partir de esa pasión se entiende una obra como "Yakuza". Sin embargo, creo que sus creadores se han dejado llevar por una imagen demasiado estereotipada y teatral. El Japón es y era un país con múltiples caras y pretender la equiparación de lo nipón con determinado colectivo, como puede ser la cultura samurái o la yakuza, es un grave error.

Dicho esto, el largometraje pretende combinar el cine negro más clásico con la cultura nipona en general y en concreto la mafia japonesa. Sin embargo, aunque tiene un aspecto atractivo, unos personajes potentes y una buena puesta en escena, la película no enganchó entonces, cosechando un rotundo fracaso comercial. "Yakuza" podría estar muy bien pero realmente anda muy justa. Sydney Pollack no debe cortarse un dedo para disculparse ante los espectadores pero tampoco ponerse a tirar cohetes. Personalmente, le veo varios problemas, empezando por una batalla final exageradísima con tantos malos, siguiendo por una historia demasiado simplona y por momentos mal contada, y terminando por un muy dudoso sentido del honor, que los propios japoneses se han encargado de ridiculizar, por ejemplo, en el anime, como estúpido, extremista y, en el fondo, bárbaro.