Después de sopesar sesudamente cómo hay que empezar a ver la saga de "Star Wars", si por el orden de emisión o cronológico, o sea por el episodio IV o I, me decanté por la primera opción porque quería ponerme en la piel del espectador que allá por el 1977 acudía a los cines. Y si yo en aquella época hubiera compartido asiento hubiese descubierto una película completamente inusual para aquella época, quizá con la salvedad de la de "2001: Odisea en el espacio" (1968). En concreto, es lo que más valoro, el trabajo concienzudo para dar vida a una aventura galáctica que ciertamente inauguró una nueva forma de hacer cine. La Academia así lo vio y por eso recibió once nominaciones a los Oscars llevándose un total de siete estatuillas sobre aspectos técnicos, como los efectos visuales, muy notables, los sonoros, el vestuario, el montaje, el sonido, la dirección artística, el montaje (discutible) o la archifamosa banda sonora de John Williams.

Ahora bien, al margen de premios, popularidad traducida en dinero recaudado, estamos ante la segunda película más taquillera, después de ET (1982), hasta 1993 y la tercera de todos los tiempos si tenemos en cuenta la inflación, y sobre todo, el halo de obra de culto para millones de fanáticos seguidores, descubriremos una película discreta. Para mí, que si no te has empapado de niño con ella, no hay forma de apreciarla. "Una nueva esperanza" pese a un guión anodino y previsible, personajes grises, Skywalker (Mark Hamill) u odiosos, la princesa Leia (Carrie Fish), o alguna tontería de por medio, la nave "Estrella de la Muerte" es la Casa de Tócame Roque, se hace amena y estoy seguro que si tienes pocos años, el uso del láser te fascinará, por experiencia propia. Pero de ahí no pasa. Eso sí, la propaganda que no falte: los malos apoyan al Imperio (Bizantino, Ruso, Austriaco...) y los buenos, a la República (Estados Unidos y otros muchos).