La película se basa en la idea de que el "juego" que le plantean a Nicholas (Michael Douglas) no es tal sino que en realidad es una conspiración para robarlo y matarlo. Sin embargo, me resulta evidente desde el primero momento en que todo consiste en una farsa, empezando por la chica, que es claramente un gancho que colabora con CRS, los perpetradores del juego. De este modo, cuando te convences de que la vida y la integridad de Nicholas no está en peligro, que las balas son de fogueo, que los malos no han robado nada, que su hermano está fingiendo, que es todo una pantomima, la aventura queda automáticamente devaluada. Al no haber riesgo real, tampoco hay angustia, ni tensión. Eso sí, el único giro que no esperaba era el final, final y encima es para peor. Porque hubiera sido mucho mejor que Nicholas se suicidara en el edificio, aunque sólo fuera para advertirnos que esos juegos de locos nunca se deben realizar. Pero no, aquí todo sale redondo y encima Nicholas les tiene que dar las gracias. Ridículo, tontorrón y hasta inmoral.

Sin embargo, me parece más grave aún que el juego en sí, no resulta verosímil porque depende de demasiados factores, que se les pueden ir completamente de las manos. Por ejemplo, ¿qué sucede si en vez de llamar por teléfono para denunciar que han entrado en su casa, acude directamente a la policía? ¿Y si en México, le roban el reloj? ¿Y si decide hacerse con un arma de fuego de verdad? ¿Y si no logra encontrar al actor? ¿Y si se suicida antes o en otras circunstancias? ¿Y si no le sigue el juego a la rubia? Sin embargo, aquí todo les sale perfectamente hilado, sin el más mínimo error, como si se pudiera prever constantemente y con semanas de anticipación el comportamiento de una persona sometida a condiciones novedosas y estresantes. Imposible.