Los conflictos, las consecuencias, la irrazonable existencia de algo llamado guerra. La Trinchera Infinita es una de las mejores películas postguerra que he visto, pero también es un filme sobre como sobrevivir a las crisis (muy oportuna para estos momentos) y una muy natural y bella historia de amor. Interesante lo de las palabras y su etimología en un fondo negro, interesante porque algunas son fuertes, y siguen definiendo lo mismo, algunas no, son homófonos o homógrafos crueles, como la secuencia llamada “franco”. Antonio de la Torre y Belen Cuesta (clase de actuación) sostienen el filme con actuaciones entregadas a su contexto y su historia, incluso la hacen funcionar más allá de una elipsis algo atropellada (es claro que hacer pasar 30 años en 150 minutos no es fácil). La primer media hora es notable como inicio de todo, como lucha humana contra la crueldad y el odio, la última media hora es dolorosa y enormemente tierna. Por ahí el filme se hace un poco pesado, pero nunca deja de interesarnos, y s bien los planteamientos argumentales no son para nada originales, en parte no lo necesitan serlo, pero no son exagerados ni destinados a funcionar porque sí. La verdad hay momentos en donde la he pasado muy mal viendo esta película, casi incrédulo, y tenso, hay momentos de mucha tensión. Un drama bien dirigido y natural. En España este tipo de personas que se escondían en su casa, como una cárcel por miedo al gobierno del tirano Franco, fueron llamadas Topos, y con eso digo todo, personas debajo de los pisos, entre paredes con muy pocas comodidades pero una esperanza invencible de una España diferente. Que lucha y que fortaleza.