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Voto de caballero blanco:
7
7,3
80.652
Comedia. Romance. Fantástico
Un escritor norteamericano algo bohemio (Owen Wilson) llega con su prometida Inez (Rachel McAdams) y los padres de ésta a París. Mientras vaga por las calles soñando con los felices años 20, cae bajo una especie de hechizo que hace que, a medianoche, en algún lugar del barrio Latino, se vea transportado a otro universo donde va a conocer a personajes que jamás imaginaría iba a conocer... (FILMAFFINITY)
19 de mayo de 2011
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Encanto, encanto, encanto. Un Woody firmando una obra menor pero encantadora, o una obra que habría aprovechado mejor el Woody de La Rosa púrpura del Cairo, Balas sobre Broadway etc. qué tiempos, qué tiempos aquellos."
Eso pone más o menos en los periódicos, que la verdad, tampoco es que sea la sección más importante, y de hecho es la más frívola después del horóscopo, pero oye, a algunos nos interesa un poco. En fin, que Woody, Wood, el Sr. Allen, Woody Allen, el señor que es padre y a la vez es abuelo del mismo niño, el señor que tiene miedo de la sombra que proyecta su sombra y esas cosas maniáticas, el de las citas célebres, el icono popular/cultural, el señor que vive en un lujoso ático de Nueva York, y he aquí la clave:
Pongamos que el cine representa, siquiera meramente de forma transversal, algo que en un lejano principio, era real. Real de real, no de surreal ni de ficticio ni cosas de ésas, real de real, de joder qué frío hace en la calle.
Pongamos que pasa eso no sé cómo, porque la verdad es que es bastante lioso, aunque una cámara puede ser el mismo tipo de herramienta que un martillo y un cincel, quizá.
Woody Allen viene -hablamos del tiempo reciente: el tiempo presente, no nostálgico- de hacer no recuerdo cuántas películas no sólo olvidables, sino, a la par que encantadora-visualmente levemente entretenidas, sumamente desquiciantes. De hecho, son al desquicio lo que Marion Cotillard es al paro cardíaco del espectador.
¿Por qué? Venga, que lo digo, pues porque para empezar los americanos ricos de cartón piedra ya han sido explotados por Soffia Coppola, aunque es verdad que no en su vertiente escritoral-creativa, y esto no importa nada ahora que lo pienso: Vicky Cristina Barcelona es la cumbre de la risa y de lo falso de “no hay ningún lado por dónde coger esto”, pero lo malo es que en parte es verdad, o es una aspiración. Pero esto ya es social.
Quiero decir que las películas pueden no ser intensas, o estar centradas en personajes veraces -¿veraces cinematográficamente, metafísicamente?-, y no pasa nada, pero lo que no pueden ser es nada.
Woody Allen ha hecho nada ya muchas veces. Nada de que aquí no hay nada. Nada de que estás tratando de, pongamos, inventar a Falstaff partiendo de Chiquito, no porque sean los dos grandes humoristas, sino porque uno es del siglo XVI o por ahí y el otro del XXI. ¿Cómor?
He aquí, brillantemente enlazada por mí, la tesis: el problema de la nostalgia.
Bueno, del tiempo, eso. Allá va. Voy a comentar la película, pues no tengo nada que hacer aparte de ser tronchantemente irónico criticando:
Matemáticamente, es distinto decir que París en 1890 era más era dorada comparándolo con 1920 que si comparas 1920 con 2010.
Quiero decir, he aquí la tesis: globalmente cualquier época pasada fue mejor antes de que se inventara la televisión y el Internet, que yo empleo mucho.
[Tranquilos, tranquilos, que sigo abajo]
Eso pone más o menos en los periódicos, que la verdad, tampoco es que sea la sección más importante, y de hecho es la más frívola después del horóscopo, pero oye, a algunos nos interesa un poco. En fin, que Woody, Wood, el Sr. Allen, Woody Allen, el señor que es padre y a la vez es abuelo del mismo niño, el señor que tiene miedo de la sombra que proyecta su sombra y esas cosas maniáticas, el de las citas célebres, el icono popular/cultural, el señor que vive en un lujoso ático de Nueva York, y he aquí la clave:
Pongamos que el cine representa, siquiera meramente de forma transversal, algo que en un lejano principio, era real. Real de real, no de surreal ni de ficticio ni cosas de ésas, real de real, de joder qué frío hace en la calle.
Pongamos que pasa eso no sé cómo, porque la verdad es que es bastante lioso, aunque una cámara puede ser el mismo tipo de herramienta que un martillo y un cincel, quizá.
Woody Allen viene -hablamos del tiempo reciente: el tiempo presente, no nostálgico- de hacer no recuerdo cuántas películas no sólo olvidables, sino, a la par que encantadora-visualmente levemente entretenidas, sumamente desquiciantes. De hecho, son al desquicio lo que Marion Cotillard es al paro cardíaco del espectador.
¿Por qué? Venga, que lo digo, pues porque para empezar los americanos ricos de cartón piedra ya han sido explotados por Soffia Coppola, aunque es verdad que no en su vertiente escritoral-creativa, y esto no importa nada ahora que lo pienso: Vicky Cristina Barcelona es la cumbre de la risa y de lo falso de “no hay ningún lado por dónde coger esto”, pero lo malo es que en parte es verdad, o es una aspiración. Pero esto ya es social.
Quiero decir que las películas pueden no ser intensas, o estar centradas en personajes veraces -¿veraces cinematográficamente, metafísicamente?-, y no pasa nada, pero lo que no pueden ser es nada.
Woody Allen ha hecho nada ya muchas veces. Nada de que aquí no hay nada. Nada de que estás tratando de, pongamos, inventar a Falstaff partiendo de Chiquito, no porque sean los dos grandes humoristas, sino porque uno es del siglo XVI o por ahí y el otro del XXI. ¿Cómor?
He aquí, brillantemente enlazada por mí, la tesis: el problema de la nostalgia.
Bueno, del tiempo, eso. Allá va. Voy a comentar la película, pues no tengo nada que hacer aparte de ser tronchantemente irónico criticando:
Matemáticamente, es distinto decir que París en 1890 era más era dorada comparándolo con 1920 que si comparas 1920 con 2010.
Quiero decir, he aquí la tesis: globalmente cualquier época pasada fue mejor antes de que se inventara la televisión y el Internet, que yo empleo mucho.
[Tranquilos, tranquilos, que sigo abajo]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Y a Allen no le va a salir ninguna película como antes sencillamente porque sus personajes, si actuales, ya no pueden tener la complejidad retrospectiva que tenían los que le hicieron encantadoramente célebre, y ninguna película suya va a tener trascendencia rodada con esa cámara tan digital. Quizá pueda asistirse todavía de alguna manera a un estreno en una sala del que salir diciendo: esto es un clásico, o alguna cosa de ésas. Pero con Woody no puede ocurrir porque lo digo yo y porque su cualidad/tono autoral, tan definido, está directamente enemistado con la actualidad. Y la actualidad empezó con Internet, y tú ya no tienes sitio entre los vivos, Woody, no hay nada que puedas descifrar.
Qué ocurre pues: Pues que he vuelto de la université pública, y luego me he bajado hoy de internet el último capítulo de una serie, y después he ido a ver esta película que por lo visto trato de criticar, y allí, morena, ojazos, guapísima, estaba Adriana, paseando con el rubio ése por un París real (París, la ciudad real, es falsa, y no al revés), y cada vez que habla Adriana en VOS es aterrorizantemente bello y nostálgico, y me pregunto, entre clichés y personajes muertos, personajes culturales que de verdad importan y que aquí están "encantadoramente" (no, en serio; el tono lo permite) retratados, gente que de veras importó y no como la gente de hoy, me pregunto dos cosas. Primero que si habrá, por curiosidad, algún director que sepa hacerle una película a Adriana/M. Cotillard que viva al margen de todas las cosas, pero beba -irremediablemente- de su tiempo presente: hoy, y que por fuerza de su espíritu sincero, inteligente, observador, hermoso, honesto (encantador o no; quizá un poco cruel) perdure más allá de la nostalgia y participe con su propia filtrada nostalgia de ese río tan cruel de la nostalgia y en su cerrada (durará lo que dure) finitud sea como un ininterrumpido puñetazo en el estómago.
Y dos: si eso que acabo de decir es algo más que una película y más que lo real de lo que por fuerza ha debido nutrirse; y que el Hemingway de Allen, bastante gracioso, y los otros clichés, en tanto que discursos emocionales relevantes y modernos mediante los que explicar el mundo, creadores de ficción real, o realistas de lo bello, o locos surreales, más falsos, menos sentimentales; en tanto que reales -porque existieron...
Bueno, en fin, toda esta mierda para qué, ya lo siento si te has leído todo, la pregunta es simple y es ésta, y es si Adriana existió; existe o existirá. Y que qué desaprovechado y aún con todo encantador el viaje a medianoche, en coche, paseando, en París. Qué grande el pasado, jopé. Qué dura la nostalgia y cómo aterroriza cada gesto y centímetro de M. Cotillard temiendo que igual ella sólo es posible en París, o en un cuadro de aquéllos, o sobre todo en una novela de ésas de Fitzgerald, de Ernest -es amigo mío- que son como un adiós.
Cómo brilla Adriana, en cualquier época, rubia o morena, cómo brilla, joder.
Qué ocurre pues: Pues que he vuelto de la université pública, y luego me he bajado hoy de internet el último capítulo de una serie, y después he ido a ver esta película que por lo visto trato de criticar, y allí, morena, ojazos, guapísima, estaba Adriana, paseando con el rubio ése por un París real (París, la ciudad real, es falsa, y no al revés), y cada vez que habla Adriana en VOS es aterrorizantemente bello y nostálgico, y me pregunto, entre clichés y personajes muertos, personajes culturales que de verdad importan y que aquí están "encantadoramente" (no, en serio; el tono lo permite) retratados, gente que de veras importó y no como la gente de hoy, me pregunto dos cosas. Primero que si habrá, por curiosidad, algún director que sepa hacerle una película a Adriana/M. Cotillard que viva al margen de todas las cosas, pero beba -irremediablemente- de su tiempo presente: hoy, y que por fuerza de su espíritu sincero, inteligente, observador, hermoso, honesto (encantador o no; quizá un poco cruel) perdure más allá de la nostalgia y participe con su propia filtrada nostalgia de ese río tan cruel de la nostalgia y en su cerrada (durará lo que dure) finitud sea como un ininterrumpido puñetazo en el estómago.
Y dos: si eso que acabo de decir es algo más que una película y más que lo real de lo que por fuerza ha debido nutrirse; y que el Hemingway de Allen, bastante gracioso, y los otros clichés, en tanto que discursos emocionales relevantes y modernos mediante los que explicar el mundo, creadores de ficción real, o realistas de lo bello, o locos surreales, más falsos, menos sentimentales; en tanto que reales -porque existieron...
Bueno, en fin, toda esta mierda para qué, ya lo siento si te has leído todo, la pregunta es simple y es ésta, y es si Adriana existió; existe o existirá. Y que qué desaprovechado y aún con todo encantador el viaje a medianoche, en coche, paseando, en París. Qué grande el pasado, jopé. Qué dura la nostalgia y cómo aterroriza cada gesto y centímetro de M. Cotillard temiendo que igual ella sólo es posible en París, o en un cuadro de aquéllos, o sobre todo en una novela de ésas de Fitzgerald, de Ernest -es amigo mío- que son como un adiós.
Cómo brilla Adriana, en cualquier época, rubia o morena, cómo brilla, joder.