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España España · Granada
Voto de Nadja:
7
Drama Ante un tribunal, Zain, un niño de 12 años, declara ante el juez. -¿Por qué has demandado a tus propios padres? -Por darme la vida.
7 de julio de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una de las escenas de Capharnaüm, nuestro niño protagonista, se encuentra con un hombre disfrazado en un autobús. Asombrado le pregunta porque lleva una cucaracha bordada en su traje si interpreta el papel de spiderman. Y es que en Capharnaüm nada es lo que parece. Ni siquiera los héroes infantiles que viven en el imaginario colectivo de otros países tienen cabida en el universo de los niños que deambulan por sus calles. La triste realidad se asemeja a lo que conocemos únicamente en su apariencia. Existen conceptos como familia, niño, trabajo y matrimonio, pero tienen un concepto completamente distinto al que conocemos.


Y es que en la ciudad que traza hábilmente Nadine Labaki nada es lo que parece o al menos nada es lo que debería ser desde un principio. Ya en unos primeros planos comenzamos el viaje con Zain, el niño protagonista, que nos lleva de su mano a los barrios más pobres de Beirut en los que la infancia convive con los escombros mientras diminutas brechas de esperanza intentan abrirse paso sin remedio ante la creciente desolación de un futuro marchito, condenado en su nacimiento. Sus ojos aún siguen siendo los de un niño, pero se enmarcan dentro de un semblante serio y cínico, del que ha visto más de lo que debería. Zain es un adulto dentro de un cuerpo de niño, un niño que tuvo que crecer antes de tiempo. Y como tantos otros no entiende cuál es su papel en un mundo que parece no respetar la existencia de sentimientos nobles como el amor y la ternura.



Inmigración, explotación, maltrato infantil, esclavitud y trata de personas serán abordados hasta llegar a herir la sensibilidad de cualquier espectador con un poco de empatía. Porque si algo suscita esta cinta es eso. La empatía. Sin embargo, no todo es duro e hiriente. Siguiendo el camino ya trazado por la japonesa ‘’Un asunto de familia’’, también vemos la deconstrucción de las familias unidas por el lazo de la sangre y la construcción de otras nuevas familias con orígenes y etnias diferentes. De este modo, la actuación de unos sensacionales niños actores como Zain Al Rafeea y él bebe Boluwatife Treasure Bankole nos regalan unas interpretaciones que serán muy difíciles de olvidar. Es increíble lo mucho que consiguen transmitir cuando están juntos y esto aún es más admirable debido a su corta edad. La amistad y el sentimiento de hermandad que transmiten, donde solo tiene cabida la ternura y la calidez más humanas son envidiables.



Hay películas que son una bofetada a la conciencia. A esa que desde niños nos enseñaron a amaestrar y adormecer bajo el tirano imperativo del yo, mío, mi. Tanto es así que nos llegamos a olvidar de que vivimos en un mundo lleno de personas que no han tenido la suerte de nacer en un ámbito privilegiado y que viven asfixiadas bajo el liderazgo de las grandes potencias y la opresión de sus gobiernos. Gobiernos para los que no son personas, solo números que suprimir y tachar de una lista a la que no debieron llegar en un primer lugar. Capharnaüm se inscribe dentro de la línea que ya trazo Luis Buñuel en 1950 con ‘’Los olvidados’’. Paisajes desolados y seres humanos para los que nacer ya es en sí una condena a muerte. Desolación y desesperanza ocupan por doquier un ambiente tétrico y asfixiante donde la salvación o la posibilidad de tener un futuro más próspero parecen no estar al alcance de la mano.



No obstante, al contrario que su antigua antecesora, en algunos momentos pretende emular el camino de otras cintas como la francesa ‘’Mustang’’, donde en ciertas ocasiones florece cierta ternura o calidez. Sin embargo, su visionado no deja de ser terriblemente duro e hiriente para los que les duela lo terrible e injusto de este mundo. Estamos ante un cine duro, pero altamente necesario. Para denunciar los crímenes e injusticias cometidos contra los seres más vulnerables (los niños) y la trata y esclavitud de personas en general. Ojalá tuviéramos más directoras coherentes y éticas como Nadine Labaki en el panorama y más cintas como Capharnaüm que se atreven a poner voz a los que no la tienen. Porque, aunque duelan, no dejan de ser una llamada de atención y una oportunidad para cambiarlos a ellos y también a nosotros mismos.
Nadja
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