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Voto de El Golo Cine:
6
5,8
34.010
Terror
Josh (Patrick Wilson), su esposa Renai (Rose Byrne) y sus tres hijos acaban de mudarse a una vieja casa. Pero, tras un desgraciado accidente, uno de los niños entra en coma y, al mismo tiempo, empiezan a producirse en la casa extraños fenómenos que aterrorizan a la familia. (FILMAFFINITY)
17 de marzo de 2021
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Así decía la frase promocional de Insidious (2010), película de terror de James Wan en la que un demonio acecha a una familia. Un monstruo invade un hogar en el que se metaforizan las debilidades estadounidenses post 9-11 y crac financiero de 2008.
Por Nicolás Bianchi
Para que haya terror primero tiene que haber normalidad. Lo terrorífico opera sobre algún aspecto de la realidad, como puede ser un hogar o un cuerpo, y lo altera. Entonces, lo normal se encuentra desafiado por ese otro elemento que se podría definir como monstruoso. En una segunda instancia se puede analizar que aquello que está amenazado representa algo más grande y trascendente que lo que linealmente se muestra en la pantalla.
Drácula en los años 30 acechaba, sobre todo, jóvenes mujeres occidentales y representaba el miedo estadounidense a lo extranjero en el período de entreguerras. El vampiro más famoso proviene de la misma región en la que se desató la Primera Guerra Mundial y llega a, literalmente, chupar la sangre de los londinenses en los que están representados los espectadores del momento.
En Insidious, un espíritu pone bajo amenaza a una familia. Primero provoca, sin una posible explicación médica, que el niño Dalton (Ty Simpkins) entre en un coma profundo. Con esa acción, más allá de los crujidos nocturnos, las puertas que se cierran solas y las sombras que parecen cobrar vida propia, el monstruo de la película confronta a la familia Lambert, prototípica de Estados Unidos.
Josh (Patrick Wilson) y Renai (Rose Byrne) son blancos, heterosexuales y de clase media. Viven en una casa con una valla blanca. Él trabaja como docente y ella parece abocada al cuidado del hogar y los niños. Unos meses después de que Dalton entró en el estado de coma es evidente que algo maligno sucede en ese hogar. Josh evade el problema y permanece en el trabajo realizando horas extras que nadie le pidió. Renai le exige que se haga cargo de la situación.
Como el hombre no toma el control de la situación ella decide recurrir a la espiritista Elise (Lin Shaye), la exorcista de Insidious, y quien va a proveer todas las explicaciones necesarias sobre lo que está sucediendo. Aquí la película descansa y se torna un tanto más liviana. Los primeros 45 minutos habían sido de una presión asfixiante sobre los personajes, que además lucen aislados. Cuando Renai busca hablar con un operador por teléfono para resolver un problema cotidiano no consigue hacerlo. En el hospital, cuando Dalton es internado los médicos no tienen tiempo, por falta de personal, para explicarles con detalles qué es lo que está sucediendo. La familia está amenazada por la presencia maligna desde adentro y no consigue ningún tipo de ayuda en el afuera. No hay nada que se parezca a una comunidad.
Por Nicolás Bianchi
Para que haya terror primero tiene que haber normalidad. Lo terrorífico opera sobre algún aspecto de la realidad, como puede ser un hogar o un cuerpo, y lo altera. Entonces, lo normal se encuentra desafiado por ese otro elemento que se podría definir como monstruoso. En una segunda instancia se puede analizar que aquello que está amenazado representa algo más grande y trascendente que lo que linealmente se muestra en la pantalla.
Drácula en los años 30 acechaba, sobre todo, jóvenes mujeres occidentales y representaba el miedo estadounidense a lo extranjero en el período de entreguerras. El vampiro más famoso proviene de la misma región en la que se desató la Primera Guerra Mundial y llega a, literalmente, chupar la sangre de los londinenses en los que están representados los espectadores del momento.
En Insidious, un espíritu pone bajo amenaza a una familia. Primero provoca, sin una posible explicación médica, que el niño Dalton (Ty Simpkins) entre en un coma profundo. Con esa acción, más allá de los crujidos nocturnos, las puertas que se cierran solas y las sombras que parecen cobrar vida propia, el monstruo de la película confronta a la familia Lambert, prototípica de Estados Unidos.
Josh (Patrick Wilson) y Renai (Rose Byrne) son blancos, heterosexuales y de clase media. Viven en una casa con una valla blanca. Él trabaja como docente y ella parece abocada al cuidado del hogar y los niños. Unos meses después de que Dalton entró en el estado de coma es evidente que algo maligno sucede en ese hogar. Josh evade el problema y permanece en el trabajo realizando horas extras que nadie le pidió. Renai le exige que se haga cargo de la situación.
Como el hombre no toma el control de la situación ella decide recurrir a la espiritista Elise (Lin Shaye), la exorcista de Insidious, y quien va a proveer todas las explicaciones necesarias sobre lo que está sucediendo. Aquí la película descansa y se torna un tanto más liviana. Los primeros 45 minutos habían sido de una presión asfixiante sobre los personajes, que además lucen aislados. Cuando Renai busca hablar con un operador por teléfono para resolver un problema cotidiano no consigue hacerlo. En el hospital, cuando Dalton es internado los médicos no tienen tiempo, por falta de personal, para explicarles con detalles qué es lo que está sucediendo. La familia está amenazada por la presencia maligna desde adentro y no consigue ningún tipo de ayuda en el afuera. No hay nada que se parezca a una comunidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Cuando Elise explique el funcionamiento del espíritu queda en claro que el problema no es el lugar físico. No hay aquí una casa encantada sino que el que está hechizado es Josh, el padre de familia, el que se desvía para no enfrentar la situación. La figura del hombre estadounidense heroico y proveedor está debilitada. Primero por el ataque que supuso el atentado a las Torres Gemelas y después por la crisis financiera de 2008, que afectó sobre todo a las hipotecas de las casas como las de la familia que se ve en la película. Obviamente Insidious no trata sobre esos temas pero la confrontación entre la normalidad y lo monstruoso que plantea tiene sentido en ese contexto. Cada monstruo tiene su momento o, al revés, cada época tiene sus monstruos.