La monumental Historias Extraordinarias (2008), de Mariano Llinás y poco más de cuatro horas de duración, entrecruza tres relatos que se desarrollan entre campos, llanos, ríos y pueblos del interior bonaerense.

Por Nicolás Bianchi

Dueño de un estilo que ya había dejado entrever en Balnearios (2002), en el que prima la trama narrada en off por sobre otros recursos, Llinás presenta tres historias, una de las cuales está protagonizada por él mismo, que no se tocan pero sí suceden en un mismo ecosistema. El calificativo de extraordinario cabe tanto para lo que atraviesan los personajes como para describir a la película en sí, una verdadera epopeya narrativa, arriesgada por su tamaño pero finalmente exitosa.

El punto de partida, en el caso de la historia del señor X (Llinás), es un asesinato, atestiguado por el protagonista, en medio del campo. Allí queda un maletín con un expediente que será el comienzo de una investigación que el personaje llevará adelante. En el segundo relato, el señor Z (Walter Jakob) se siente intrigado por la biografía de su predecesor, fallecido súbitamente por un infarto, en un puesto burocrático en una empresa agroindustrial. Lo gris del trabajo contrasta con la colorida vida que Z intentará desentrañar. El tercer cuento está centrado en H, un joven que un ingeniero contrata para que documente una serie de monolitos a la vera del Río Salado, lo que le permitiría reunir una serie de pruebas con la cual podría ganarle una apuesta a otro miembro de una sociedad de fomento.

En todos los casos se trata de hombres solos, sin ataduras familiares ni parejas que se mencionen. Son aventureros, curiosos por vocación o aburrimiento que se lanzan a una serie de acontecimientos que los llevarán a perder el control. X, Z y H son arrastrados como una barcaza por un río, y a lo sumo está en ellos tratar de maniobrar para no hundirse. No los impulsa la codicia ni ningún otro deseo oscuro sino que, en un punto, lo que buscan es una aventura. Por eso Historias Extraordinarias es, en definitiva, un gran juego, una experiencia cinematográfica que es lúdica y fascinante.

No sería del todo incorrecto, aunque si un tanto reducido, decir que el film consiste en cuatro horas de imágenes diversas y narración en off. La premisa, que parece augurar un sopor total, solo describe los principales elementos de una película que nunca resulta densa ni aburrida. Las historias que cuenta están vivas y se mueven en todas las direcciones posibles. Hay relatos de guerra, misterios sin resolver, casos policiales, tríos amorosos y un sinfín de componentes más.

La forma en la que la película está construida lleva a que las actuaciones sean un elemento secundario. Lo central pasa por el texto que en off interpretan Juan Minujín, Daniel Hendler y Verónica Llinás, y su soporte visual. Además de los personajes principales y secundarios que sostienen la narración en distintos momentos, Llinás utiliza herramientas documentales, como fotos o periódicos, y también imágenes de los lugares que los personajes atraviesan. La película también funciona como rescate arquitectónico y paisajístico de los pueblos de la provincia de Buenos Aires por los que transcurre (Azul, Alberti, Puán, Chascomús, Dolores, Tandil, entre otros).

Además de un ejercicio cinematográfico, Historias Extraordinarias consiste en un fenomenal trabajo de escritura literaria volcada en un guión. Los relatos que también firma como autor Llinás bien podrían integrar un libro de cuentos con un estilo muy particular. Sin costumbrismo, tan común por estas tierras y más cuando el escenario de la acción es el interior, las historias se vuelcan a la intriga y las aventuras. En varias secuencias el relato en off adelanta el final, que se dice antes que las imágenes lleguen a ese punto. En ese sentido, se trata de una película imposible de arruinar. Aquí lo que importa no es tanto el destino sino el viaje.